La reciente noticia de la exclusión de Almería de un ambicioso Plan de Turismo propiciado por la Junta de Andalucía y que afecta tan sólo a Sevilla, Málaga, Córdoba y Granada, ha venido a demostrar varias cosas. La primera es el empeño suicida de los diferentes gobiernos socialistas sevillanos por establecer una Andalucía de dos velocidades, contribuyendo de ese modo a generar en las provincias desatendidas un creciente sentimiento de desafección que, en el caso de Almería, terminará eclosionando en un movimiento secesionista bien nutrido y mejor alimentado por torpezas tan evitables como este Plan Vip de Turismo. Pero cuando el error se repite tantas veces (la lista de agravios de la Junta con los almerienses es tan abultada que necesitaría una columna anexa para enumerarlos) no hay que pensar tanto en el error como en la voluntad manifiesta (y de ahí el suicidio político) de ciscarse en el sustrato fundacional de nuestra Comunidad Autónoma. Si era necesario crear la Junta de Andalucía para poner fin al centralismo de “Madrid”, explíquenme ahora de qué nos ha servido a los almerienses tener que extender la lista de agraviadores de la ribera del Manzanares a la ribera del Guadalquivir. Y de la displicente torpeza sevillana al patético servilismo de los aparceros almerienses del socialismo hispalense, incapaces de superar el temor cerval de levantar la voz contra la desgana de sus señoritos. ¿Se imaginan que los responsables de este desprecio a Almería hubiera sido el Gobierno de Rajoy? Sería difícil contener la furia de los mismos socialistas almerienses que ahora guardan silencio. Monumentales, por cierto, las declaraciones del Delegado de Turismo, Alfredo Valdivia (Mr. Berbiquí para los que nos duele la Alcazaba) diciendo que “aquí no se ha excluido a nadie, porque a Almería van a venir planes turísticos de gof”, refiriéndose a esa Escuela presentada en 2010 y todavía sin abrir. Esto es lo que hay. Al final no necesitamos que vengan turistas, porque ya los tenemos en los mejores despachos.

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