Se habla con frecuencia de la necesidad de contar en Almería con un sector empresarial firme e independiente del poder. Pero en Almería tenemos lo que tenemos. Tenemos buena gente. Gentilhombres como los que describe Moliere en su famosa “Le Bourgeois gentilhomme”. Caballeros que dan valor a la palabra dada y confían en las promesas recibidas en la solemnidad de un despacho oficial. Sólo así se entiende la publicada satisfacción de los representantes empresariales almerienses tras la reunión mantenida en apenas sesenta minutos con la presidenta Susana Díaz en su visita de apoyo al candidato socialista a la alcaldía. Yo no sé lo que sucedió en esa hora, pero en vista de lo contentos que salieron en ese despacho debió pasar algo de corte evangélico, como cuando Jesús se llevó a un monte a Pedro, Santiago y su hermano Juan y delante de ellos, “se transfiguró y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz” (Mt 17, 1-2) Algo de eso debió ser, ya digo, porque por lo manifestado por los propios empresarios tras el breve encuentro, la presidenta Susana se limitó a comprometerse a seguir dialogando sobre los asuntos pendientes y a tener voluntad de escuchar a todo el mundo. Y que muchas gracias por venir, majos. ¿Alguna concreción de esas –plazos, presupuestos, porcentajes, firmas- que tanto gustan a los líderes empresariales? Ni una. No pidan ustedes cosas materiales a los apóstoles, que bastante tienen con borrar el deslumbramiento de sus pupilas. Nada hay de censurable en que cada cual se contente con lo que más le llene, pero creo que del mismo modo que se pueden escenificar performances reivindicativas para poner como un trapo al gobierno central, también convendría dejar claro que las obras de la Junta que deberían estar en marcha y generando riqueza desde hace años no se terminan dialogando o escuchando, sino pagando. Y algo saben ellos de eso.