Por alguna razón que quizás pueda ser despejada por los sociólogos del futuro, el PSOE lleva más treinta años seguidos gobernando Andalucía apoyándose en un discurso narrativo y subjetivo que consiste en producir artificialmente efectos en apariencia maravillosos ocultando la causa que los produce. Puede que más de uno esté pensando en la brujería que cantaba El Gran Combo de Puerto Rico: “Me echaste, no sé qué, en la comida/Tú me hiciste brujería”, pero en mi opinión la cosa es más sencilla que todo eso. Se trata de gobernar desde la prestidigitación y el escamoteo ante el aplauso entregado de un público fascinado que aplaude a rabiar el desfile de conejos con mixomatosis. No les hablo ahora de la victoria del PSOE en las últimas elecciones en toda Andalucía menos (qué le vamos a hacer) Almería. Les hablo de lo que ha venido después de eso: el anuncio de planes de empleo a tutiplén por parte de la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. En pleno subidón de un triunfo que le abre las puertas de su deseado despacho en Madrid, la presidenta se ha dado un baño de satisfacción presentando planes concretos de empleo específico. Naturalmente el público ha aplaudido este nuevo conejo, sin pararse a pensar que los famosos planes son en realidad soluciones de parcheo limitadas en el tiempo y una importante distracción de recursos económicos para estrategias de generación de empleo de más calado. Pero como esos planes no tienen tan buena venta como los otros, se vuelve a apostar por ocurrencias tipo Plan E que, más que empleo, generan titulares cariñosos. Por eso, a los esperanzados por ese fastuoso (106 millones de euros) plan específico de empleo para mayores de 30 años, les recuerdo que en Carboneras están esperando todavía ese otro Plan Especial de empleo que doña Susana vinculó al derribo del Algarrobico. Lo que ya no sé es cómo en la Junta no han pensado en Juan Tamariz como recambio natural de la señora presidenta.