Gracias a la vida... que nos ha dado tanto
Veraneando en el Casco Histórico de Almería

Mujeres del Casco Histórico disfrutando a la fresca en el corazón de la ciudad de Almería.
A la hora acordada, bajo un sol abrasador, y las calles casi desiertas, acuden puntuales a disfrutar de una tarde juntas. En esta ocasión no saben adónde van a pasar la tarde, pero ahí están. Abanicos en ristre, a más revoluciones de las habituales, y una frase recurrente… ¡¡Ay, qué calor!!
Van llegando Loli, Julia, Paqui, Dolores, Isabel, Estrella, Amparo, Rosa, Ana. Las voces se entremezclan y las risas no tardan en aparecer en la puerta de la Asociación de Vecinos del Casco Histórico en la calle Almedina 16. ¿Adónde nos llevas esta tarde?
Lo habitual son las tardes de paseo o de cine, con las consabidas quejas de por qué no hay ni un solo cine en el centro de la ciudad, ¡como toda la vida de Dios! y que tanta vida daría al Casco Histórico, pero nada… ni uno, así que a coger taxis y desplazarnos a los cines de los centros comerciales. No queda otra.
La pregunta la repite otra de ellas, "¿qué vamos a hacer esta tarde?", "nos has dicho que era una sorpresa, pero dinos algo". "Eso, eso…" "¿Hay que caminar mucho?, mira que a mi las piernas no me aguantan y con este calor no puedo".
Las tranquilizo. El lugar al que vamos está cerca y es una sorpresa. Así que si ya estamos todas, nos vamos. Las risas y las conversaciones llaman la atención de los transeúntes que nos encontramos, buscando la sombra de la fachada de la Catedral para recobrar el resuello.
-¿Falta mucho?
-Noo, está cerca.
Una leve brisa comienza a mover los árboles y el frescor nos acompaña por las estrechas calles del Casco Histórico.
En pocos minutos llegamos a la puerta del restaurante que regenta Emilia Resina Portaz, 'Quesería yo sin ti'. El frescor y la música pausada son un gran reclamo, pero sobre todo, la sonrisa y la bienvenida de Emilia que tantas ganas tiene que colaborar con este programa para combatir la soledad no deseada de los mayores del Casco Histórico.
Adelante y bienvenidas. Las mesas de la Quesería se han convertido en una sala de pintura. Bolsas, pinceles, lápices, colores y paletas esperan a estas mujeres que sorprendidas miran a su alrededor con los ojos muy abiertos.
"¡Qué maravilla!, pero no hemos pintado nunca"… "Pues por eso no he querido deciros adónde veníamos, para que el no lo sé o no lo he hecho nunca no fuera la excusa para quedarse en casa".
Suenan los teléfonos de algunas de ellas. "Es mi hija, que quiere saber dónde estoy". "Ay niña, a qué sitio tan bonito nos han traído. Cuelgo, que vamos a pintar una bolsa. Veremos a ver qué sale. Que si va a ser para ti, pues ya sabes como se pone luego tu hermana…".
Emilia se va acercando a cada una de ellas. Les ofrece plantillas y les sugiere qué pintar y cómo hacerlo. El silencio invade el recinto, solo la música marca el tiempo. Un silencio que dura poco.
El 'Se acabó', de Maria Jiménez, levanta las miradas de las bolsas y cada una tararea la canción, que terminamos coreando todas. "Aquí es que ya huele a feria", dice otra. "¿Qué vamos a hacer en la feria?". "Porque saldremos como el año pasado…". "Pues claro".
Los colores empiezan a impregnar la tela de las respectivas bolsas. Flores, cangrejos, delfines y sirenas, olas del mar, van cobrando vida.
Emilia, con su mano maestra, retoca por aquí y por allá. "Por Dios, qué bonita", dice una de ellas … "Mirad mi bolsa. Mañana mismo salgo a comprar con ella. No se van a creer que la he pintado yo". Risas
Otra, refiere a su compañera de al lado tener azúcar, que le replica que ella, la tensión alta, pero la música de los Ronaldos, 'No puedo vivir sin ti, no hay manera', nos vuelve a poner a cantar, y estas mujeres que superan los 70 años, pero con el espíritu joven y lleno de vida, recuerdan a sus maridos que aunque, ausentes desde hace décadas, se reencuentran con todas nosotras en un recuerdo colectivo. Desde luego no faltan los comentarios pícaros y llenos de gracia que nos hacen reír.
Otra llamada de teléfono. "¿Mamá dónde estas?". "Pintando y disfrutando una tarde maravillosa. Que no, que no vuelvo sola. Nos vamos todas juntas".
"Mi hija no me deja ni a sol ni a sombra". Y los hijos y los nietos de cada una de ellas, llenan de orgullo a estas madres.
"Bueno… ¿es que no nos vamos?". "No, aún no. Falta la última de las sorpresas de la tarde".
En la puerta de la Quesería, enfrente de Entrefinos, las sorprende una mesa preparada para ellas con riquísimas tablas de quesos. "¿Pero esto qué es…?".
Las conversaciones vuelven a atropellarse y hay momentos en los que gustaría tener más de dos oídos para escuchar y poder contestar a todo cuanto cuentan.
La algarabía que tenemos montada en la calle, hace que quienes pasan alrededor sonrían y decidan sentarse en las mesas contiguas. Empieza a oscurecer y pasadas las 21 horas, regresamos a nuestro punto de encuentro en La Almedina.
Cogidas del brazo, como cuando salían a pasear con amigas a regalar sonrisas a los chicos de su edad, y el Casco Histórico rebosaba vida, regresamos. Eso sí, tardamos una eternidad. Nos paramos con las vecinas y conocidas que encontramos buscando el fresco. Las bolsas recién pintadas son exhibidas, ante las miradas incrédulas de quienes las observan.
Y otra parada. Son casi las 22 horas. Nos resistimos a despedirnos. "¿Nos llamas pronto para salir otro día?". "Pues claro, esta semana misma".
La felicidad inunda el rostro de estas mujeres, que no tienen ninguna gana de volver a sus casas. Cada una de ellas es una lección de vida. Cada una de ellas, un ejemplo de autenticidad. Cada una de ellas, una defensora del Casco Histórico del que están tan enamoradas, como el Casco Histórico lo está de ellas.