La Voz de Almeria

Opinión

El habitante más viejo de Almería

Sale a la luz una nueva biografía para conocer al coloso de la ciudad con pasaporte británico

El Cable Inglés de Almería, 121 años lo contemplan desde que fue inaugurado por Alfonso XIII.

El Cable Inglés de Almería, 121 años lo contemplan desde que fue inaugurado por Alfonso XIII.

Manuel León
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No queda nadie vivo que lo viera levantarse como un Maciste frente al mar, hundiendo sus pilotes en la antigua playa del barrio de Pescadores. Han pasado 121 años de eso; casi siglo y cuarto formando parte del paisaje a levante de la ciudad, como una gran torre Eiffel acostada, cuando el hierro era como un patrón oro.

Pasaron los años, las décadas, pasaron generaciones enteras de familias almeriense y el Cable Inglés, con su porte majestuoso pero herido por la herrumbre, dejó de cumplir su función. Y durante esos años 70 y 80 del siglo pasado tuvo que sortear su demolición tras entrar varias veces en el corredor de la muerte

Acaba de ver la luz de la imprenta un nuevo libro sobre el Cable Inglés que tiene muy poco de inglés y mucho de escocés, desde la nombradía de su arquitecto Harrison hasta el capital que lo alumbró como se alumbra un vellocino de oro; acaba de editarse por el Instituto de Estudios Almeriense un nuevo volumen que añade más conocimiento, más sabiduría, sobre este colosal anfibio de metal

Se trata de ‘El Cable inglés, testigo de la historia de Almería’, con un reparto coral de autores: Andrés Sánchez Picón, José Antonio Gómez, Domingo Cuéllar, Antonio Aguilera, Ramón de Torres y la coordinación del laborioso Pedro Mena Enciso

Se trata de una obra divulgativa muy recomendable para comprender y discernir todos los hitos del ’Viejo Inglés’ como lo define Mena, desde su origen, desde que lo inauguró un adolescentes rey Alfonso XIII en 1904, pasando por los avatares de cargar durante décadas el mineral granadino de la comarca del Zenete en la bodega de los vapores de banderas lejanas, por el salvoconducto de 1998 cuando adquirió la prosapia de ser designado BIC y por su reciente restauración que le ha permitido convertirse en un mirador para sus miles de visitantes que desde allí otean el horizonte marino. 

Aún le queda una restauración de pilotes y estructura que se acometerá en 2026. Bien está lo que bien acaba y el Cable ha sido paciente, pero, a la postre, se ha salido con la suya como un ariete turístico del futuro Puerto Ciudad. 

Este puerto almeriense, esa dársena que redondeó el ingeniero Cervantes hace muchas décadas y que ahora está en plena ebullición con el tándem Soto-Vázquez -tanto monta- que no descansa y que ha conseguido empezar a abrirlo de nuevo a la ciudad, tirando una valla como símbolo de modernidad, a la inversa de cuando se levantó hace muchos años también como símbolo de modernidad, de otra modernidad. 

Ojalá que alguna vez la Estación de Pasajeros se pueda desplazar a Poniente y podamos ver todo el horizonte del muelle de Levante y lo que era el antiguo andén de costa despejado como una planicie manchega, con el añorado soterramiento de la vía parque. Quizá sea mucho pedir.

Queda para la posteridad este nuevo libro de papel de Mena y esa pléyade de depurados investigadores/divulgadores, para que el ‘coloso de rodas’ almeriense no pierda ni un ápice de su carácter legendario y para que las nuevas generaciones adolescentes se empapen de esta diacronía que va de la Belle Époque al primer cuarto del siglo XXI; para que cuando pisen esa madera traída de Africa, mientras miran la bahía, veinte metros por encima del suelo, sepan con rigor lo que pisan. 

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