La Voz de Almeria

Opinión

Lo que el Puerto de Almería esconde y (casi) nadie conoce

Carta del director

Puerto de Almería

Puerto de AlmeríaAUTORIDAD PORTUARIA DE ALMERÍA

Pedro Manuel de la Cruz

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Los que hemos vivido un huracán aprendimos desde esa inquietante experiencia que, cuando estás en el espacio de sosiego que precede a la llegada de otra oleada en la que el cielo se derrumba, transitas por un espacio de calma que impide ver lo que está sucediendo a tu alrededor. Las nubes, el viento y el mar cobijan un incontenible torbellino pero no escuchas su estruendo.

El miércoles y en la sala de juntas de este periódico regresé a esa experiencia vivida en Cuba en el otoño del 96. Vivir una realidad desde la contemplación inconsciente de lo que encierra.

Durante casi dos horas, no escuché ninguna descarga de rayos y truenos, pero sí una lluvia permanente y razonada de argumentos sobre una realidad de la capital y la provincia a la que, demasiadas veces, miramos desde el sentimiento melancólico de la nostalgia.

Rosario Soto y una decena de los principales empresarios y operadores vinculados a la actividad del Puerto de Almería fueron desvelando con datos las diferentes caras que dibujan la actividad industrial de un puerto lleno de historia pero que debe estar, sobre todo, lleno de futuro.

Los puertos de la provincia lideran en Europa las exportaciones de yeso con más de doce millones de toneladas anuales; Un millón de pasajeros cruzan su frontera en los meses de verano. Las dos principales navieras del mundo, MAERSK y MSC, operan desde el Puerto de Almería semanalmente barcos de contenedores a través de línea regular. Una de las empresas instaladas en suelo portuario es la segunda del mundo en la construcción y exportación de pasarelas de embarque y todos esos desarrollos y otros de menor cuantía han generado, mantienen o facilitan más de dos mil puestos de trabajo directos.

Para muchos almerienses quizá estos datos no supongan ninguna sorpresa. De lo que sí estoy seguro es de que, también, habrá otros muchos, quizá muchos más, que lo desconozcan.

Los puertos son lugares de llegada y salida de viajeros, pero, también y a la par, un espacio de extraordinaria importancia en el que se trabaja cada día por el desarrollo industrial del territorio en el que están construidos.

Almería y la industria nunca se han encontrado cómodos. Como sucedió en el novecento en los territorios resignados a la tradición de la economía de subsistencia, la llegada de cualquier innovación era - ¿y es todavía? - contemplada como una agresión a las tradiciones o al medio ambiente.

Si, no se asombren, aquí cualquier avance, cualquier innovación es contemplada por el batallón de guardia de las esencias como una agresión. Para el conservacionismo capitalino, de derechas y de izquierdas, el no hacer nada siempre es inocente y el hacer algo sospechoso. Si tienen dudas de esa irresistible atracción por el dolce far niente busquen en su memoria lo que se ha escrito, desde la maldad intencionada o la estupidez conmovedora, sobre el impacto de los invernaderos, la extracción de agua, la plantación de nuevas y mas resistentes variedades agrícolas o la llegada de inmigrantes. La provincia se debatía entre continuar atravesando el desierto de miseria y olvido por el que llevaba recorriendo mil años de soledad o aventurarse a doblar el maldito cabo de las tormentas para dejar atrás tanta pobreza, y todavía había muchos almerienses parapetados en la nostalgia efímera y falsa de que era mejor permanecer en el recuerdo del pasado que en el riesgo del futuro.

El puerto debe abrirse a la ciudad y hacerlo es una urgencia contemplada en el proyecto de integración que se está desarrollando después de decenios de insultante espera. Pero esa apertura a los ciudadanos no es incompartible con su desarrollo como elemento dinamizador de la economía de la capital y la provincia. Con todas las garantías. Con toda la preservación medioambiental. Por supuesto. Pero con la convicción de que todo es compatible si se hace con ponderación, mesura y equilibrio.

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