Es el segundo año que participo en este memorial. No tuve la suerte de conocer a Ana Santos Payán, conocida con el seudónimo de Ana Gaviera por ser fundadora de la editorial independiente El Gaviero Ediciones, pero escucho hablar de ella, de su labor como editora y también he tenido la ocasión de conocerla como poeta.

Como editora su propósito era conseguir que el libro en sí fuera un objeto artístico por dentro y por fuera (algo que me complace porque eso mismo busco yo a la hora de publicar un libro), además de darle prioridad a los escritores noveles que no habían encontrado su lugar en otros catálogos.

Como poeta me emociona el desgarro de sus versos: “He soñado con la muerte/ llegando tarde a mi entierro” “No temo el destino funesto. / No lamento el desierto.”

Bajo la coordinación de Isabel Giménez Caro y la música de Antonio Luis Guillén se organizó un recital poético en el Pub Zaguán con textos de Ana Santos Payán y de José Ángel Valente. A mí me tocó un poema de Valente, que a su vez era un homenaje a Rosalía de Castro, y me encantó recitarlo: sentir mi propia voz dedicada a los demás.

A la mañana siguiente se celebró el partido de fútbol de poetas contra narradores, y por la tarde, después de una comida en la terraza de La Guajira, hubo un concierto impresionante en la parte baja de la misma Guajira.

Intervino Juan Manuel Cidrón con su música experimental, creada con grabaciones de cortes de madera con motosierra, sonidos industriales de una fábrica de papel, también sonidos de arrugar un papel, de partirlo e incluso de la misma escritura sobre el papel. Podría parecer frío, sin embargo, a mí me evocaba a las olas del mar. Y como colofón la actuación de Mynationshit, un grupo de música tecno que hubiera deseado bailar. “Quedé anhelante”. Como Valente.