Participé en el homenaje al poeta Antonio Jesús Soler Cano. Hicimos un recorrido literario por su pueblo y luego seguimos recitando sus versos en el local de servicios múltiples. Para mí fue algo extraordinario que leyera lo que escribí hace casi treinta años, cuando también le homenajeamos por cumplirse entonces los cincuenta años de su nacimiento, y me sonara como si lo hubiera escrito ayer.

Pero lo que más me conmovió fue recitar el Preámbulo de su último libro “Para cruzar el laberinto”. Un bello poema donde se condensa toda su vida: “y la vida fue/ y es hoy para mí/ como un grito sin lecho/ pisado en sus comienzos.”

Después vino el Día de Andalucía y lo celebré asistiendo a un concierto de la Banda Municipal de Vera en el Auditorio de esa misma ciudad, en el que actuaba también el bailaor Rafael Amargo. Pasodobles y fandangos fue el repertorio principal, además del himno. Cómo me emociona el himno de nuestra tierra, “sea por Andalucía libre, España y la Humanidad”.

Por la noche vi en RTVE Play “Drive My Car”, del director japonés Hamaguchi, y de repente me topé con dos de mis autores favoritos, Murakami y Chejov. Además de Beckett, pues al principio de la película se ven algunas escenas del final de la representación de su obra “Esperando a Godot”.

El filme toma el título de un relato del mismo nombre escrito por Haruki Murakami y recopilado en un volumen titulado “Hombres sin mujeres”. Lo he vuelto a leer para comprender mejor el argumento. Pero me falta conocer “Tío Vania” de Chéjov. He leído sus cuentos, pero desconozco su teatro, y la trama del largometraje gira principalmente en torno a la representación de esta obra de teatro.

De todas maneras, los diálogos tanto del teatro como de la ficción son intensísimos. Comunicación y cariño es lo que más necesitamos.