Hacer mutis por el foro
Hacer mutis por el foro
La expresión con que damos título a esta columna tuvo su origen en el teatro, y con ella se indicaba –y se sigue indicando- que el actor debe retirarse de la escena. El mutis apunta el hecho de retirarse; el foro es el lugar por el que se debe retirar, que, generalmente, se encuentra en el fondo del escenario. Y la citada frase la empleamos para referirnos a una persona que se aparta discretamente de un lugar. Tras este artículo, no es que vayamos a hacer mutis en su sentido etimológico, pues no pensamos mudar o cambiar de sitio, ni siquiera en su sentido figurado, pues tampoco nos alejamos a lugar alguno, sino que lo usamos en un sentido coloquial: permanecer callado durante un par de meses. Si no hay inconveniente, en el próximo agosto iniciaremos nuestra cuarta etapa de “El español que hablamos”. Las dos primeras produjeron cincuenta y tres artículos, publicados recientemente en un volumen, por la Universidad de Almería, con el título: El español que hablamos: malos usos y buenas soluciones.
En este tercer período, iniciado en agosto del año pasado y que ahora cerramos, se han publicado veintitrés artículos con muy diferentes temas, si bien todos ellos vinculados con el empleo de nuestra lengua, con los buenos y malos usos, con los vicios y con los aciertos, con las lacras y con las purezas. En los dos primeros hablamos de las diferencias entre el habla de hombres y mujeres, así como de las eficaces y adecuadas estrategias discursivas de estas. Seguimos, ya entrado septiembre, con la absurda y extravagante tendencia a dar nombres nuevos a objetos ya nominados perfectamente en nuestra lengua; rechazamos términos como set, pack, kit, stock, etc. A este asunto, volvimos meses después con los coach, coaches y coaching.
La dejadez en el uso de la lengua en los medios de comunicación y en algunos ámbitos políticos nos sugirió dos columnas, ambas con el título “Desprecio de lengua y alabanza de dejadez y aceleración”. En el mes de noviembre y buena parte de diciembre, nuestras colaboraciones quincenales se dedicaron al tema de los discursos en público, a lo que se debe hacer y a lo que se ha de evitar si queremos que estos causen mejor sensación. En total fueron cuatro artículos que sirvieron para ocuparnos de asuntos como el orden necesario en cualquier exposición oral, la obligada división de esta en inicio, desarrollo y cierre o las funciones de cada una de tales partes. Volvimos al mismo tema en abril de este año; intentamos recordar a quienes hablen en público que sean breves y eviten la monotonía en la intensidad o volumen de la voz, pues hablar de manera acelerada solo sirve para manifestar más claramente la intranquilidad.
El 26 de diciembre quisimos advertir de las ventajas que trae el suscribirse a las recomendaciones de la Fundéu (Fundación del Español Urgente). Dos contribuciones en enero y otras dos en febrero estuvieron dedicadas al discurso de los políticos, si bien desde perspectivas diferentes: en tres de ellas, tratamos de cómo la cultura no tiene cabida en los “Debates en torno al Estado de la Nación”. La cuarta colaboración la dedicamos a comparar los discursos de Chacón y Rubalcaba con motivo de su candidatura a la Secretaría General del PSOE; ambos resultaron decepcionantes aunque en medida diferente; los gritos a destiempo y el tono ‘mitinero’ de la exministra fueron recargados y teatrales.
A la doble acentuación de palabras como aerobic/aeróbic, afrodisiaco/afrodisíaco, alveolo/alvéolo, amoniaco/amoníaco o triaca/tríaca y a las causas que originan tal posibilidad ortográfica aplicamos nuestras dos a