La Voz de Almeria

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A principios de 2006, José García, compañero economista y buen amigo, me recomendó un ensayo que estaba resultando un bestseller en Estados Unidos: "La tierra es plana", de Thomas L. Friedman, un afamado e influyente periodista, columnista del New York Times y experto en política internacional y economía, que había ganado tres premios Pulitzer. De inmediato adquirí el libro y lo leí.


El autor hablaba de las complejidades de la globalización, y de cómo el mundo se iba aplanando y la deslocalización cundía en empresas de éxito que aprovechaban la nivelación de todo tipo de fronteras en esta nueva situación global plagada de aciertos y errores.


Poco después asistí a un seminario de Recursos Humanos que el economista almeriense impartió. Tras la conferencia, uno de los asistentes le formuló la siguiente pregunta: ¿cuáles son, en su opinión, las profesiones con más futuro? José García encontró entonces, en el ensayo que semanas atrás me había recomendado, una de las respuestas más ilustrativas a la cuestión planteada. Se refirió a los que Friedman en su obra denomina "Los Intocables", que nada tienen que ver con la conocida película de Brian de Palma, y que define como aquellas personas cuyos puestos de trabajo no se pueden subcontratar fuera, no se pueden deslocalizar. Para el autor todos debemos aspirar a convertirnos en uno de esos "trabajadores intocables". Así, dice, nuestro puesto de trabajo no peligrará.


Esbozó así las cuatro categorías generales de trabajadores intocables que define Friedman: los trabajadores "especiales", los "especializados", los que están "anclados" y los que son "verdaderamente adaptables". En el grupo de los trabajadores "especiales" -son muy pocos- podríamos incluir a aquellos parecidos a Fernando Alonso o Bill Gates. Tienen un mercado global y unos salarios astronómicos. En el de trabajadores "especializados" incluiríamos a aquellos cuyas habilidades cuentan con una elevada demanda y no son intercambiables. Su trabajo no se puede digitalizar ni sustituir fácilmente. Son los economistas y abogados especialistas, los neurocirujanos, los ingenieros o los operarios de maquinarias complejas y robots, entre otros.


Si no se puede ser especial ni especializarse, interesa estar "anclado". Son muchos los trabajadores en esta situación, prosiguió José García en su alocución, especialmente en el sector servicios: empleados de peluquería, cocineros, camareros, personal de limpieza, médicos, enfermeros, fontaneros, electricistas… Sus trabajos están "anclados" porque se tienen que hacer en un lugar específico e implican un contacto directo con el público. Generalmente no se pueden informatizar ni intercambiar, aunque algunas de sus tareas acabarán deslocalizándose en aras de una mayor eficiencia, por lo que no conviene dormirse en los laureles.


Si no nos encontramos en ninguno de los casos anteriores, interesa ser "verdaderamente adaptable", adquiriendo constantemente nuevos conocimientos y habilidades que nos permitan adaptarnos a nuevas situaciones, convirtiéndonos en una fuente continua de creación de valor. Lo que de ningún modo interesa, afirmó, porque puede acabar dándonos muchos quebraderos de cabeza, es tener un puesto de trabajo intercambiable y ser una persona no muy especial, ni muy especializada, ni con un trabajo muy anclado, ni ser muy adaptable.


El ponente concluyó citando uno de los mejores ejemplos que había observado de adaptación al mundo global, el del escritor y cineasta Michael Moore, líder abanderado del movimiento antiglobalización. Natural de la ciudad de Flint en EEUU, donde se produjo una reestructuración de General Motors, Michael había sabido explotar este drama hasta la saciedad. Michael, un trabajador "especial", se "especializó" en la propaganda pseudosocial, se "ancló" en el progresismo antiglobalización y supo "adaptarse" como nadie a los nuevos tiempos. Gracias a lo que combatía, hoy es rico y famoso. Son las oportunidades que nos brinda el mundo global. José García no pudo sino resolver la ironía de Moore, todo un ejemplo.

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