El poder como medio
Así debe ser o así debería ser
Pretender el poder como medio para prestar un servicio público, y solo con esa intención, es el más noble de los propósitos en democracia y debe procurarse sin complejos por todo aquel que sienta ese impulso y, en caso de resultar imposible, no renunciar a hacer política desde el escaño de ciudadano libre, entendiendo la política como “la actividad de este cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo”. Así debe ser o así debería ser.
Pero ¿cómo hacerlo posible? ¿Cómo garantizar la igualdad de oportunidades? ¿qué medios pone el sistema a disposición de ese ciudadano libre para que pueda ejercer su derecho? Es el gran dilema. Si solo se puede hacer política efectiva yendo bajo el paraguas de unas siglas, la igualdad de oportunidades es pura ficción.
Pongo un ejemplo. Ideológicamente coincido con el partido popular y, en las elecciones autonómicas y generales, unas veces con más convencimiento que otras, siempre lo he votado. Pero ocurre en mi pueblo, en Huércal-Overa, que este partido lleva décadas equivocándose al elegir a sus representantes; gente sin vocación ni ideas, contumaz en el error y la injusticia que, con la puntual e inestimable colaboración del partido socialista, han llevado al pueblo a una parálisis lastimosa, desperdiciando la enorme posibilidad de desarrollo que, con la llegada de la democracia, se le brindó al ser cabecera de comarca y tener una situación geográfica y una orografía privilegiada, así como estar muy bien comunicado con el resto de Andalucía y con el levante y apenas a veinte minutos de las playas almerienses y murcianas.
En los albores de la democracia, un grupo de huercalenses, capitaneados por ese hombre excepcional que fue Pepe Bernal, conseguimos que el hospital comarcal quedase en nuestro pueblo. Después… Una pésima ubicación del citado centro – esta vez culpa del partido socialista – y unas cuantas rotondas, eso es lo que hemos avanzado en cuarenta años.
Un centro histórico deprimido y, hoy, deprimente – antes no lo fue – gracias al empeño enfermizo de nuestro consistorio por conseguir que así sea, castigando y persiguiendo con saña a quienes hemos intentado devolver a nuestro pueblo su carácter y su modesto esplendor, exponiendo para ello nuestro patrimonio y no escatimando esfuerzo generoso.
En fin… podríamos seguir con el desglose de la inoperancia de los políticos huercalenses, pero creo que para ilustrar y justificar el razonamiento inicial ya es suficiente – si entramos en la política agraria y la gestión del agua, necesitaríamos cien folios-.
Y llegamos así al principio de la reflexión. Ante esta situación, preocupado por lo que percibe como algo pernicioso para su pueblo, el ciudadano independiente que ni tiene ni desea tener vinculación política alguna pero que sí cree poseer capacidad e ideas que pueden ayudar, ¿Qué puede hacer? ¿Qué medios le presta el sistema? ¿Es la partitocracia un mal sin posible remedio? De momento, un partido otrora responsable y, aunque de ideología errónea, amante de España y defensor de su integridad, está a punto de destrozarla y parece que los ciudadanos lo único que podemos hacer es esperar a las próximas elecciones, con la esperanza de que se presente un partido integrado con gente capaz de evitar el desastre. Lo malo es que en la misma lista de los teóricamente buenos irán unos cuantos cantamañanas inútiles que tendremos que tragarnos por decreto.
¿Para cuándo las listas abiertas en las que el votante pueda separar el grano de la paja? ¿Conseguiremos alguna vez que en España haya más políticos vocacionales que políticos profesionales que tienen como meta el mantenimiento de un puesto de trabajo que, en la mayoría de los casos, ni merecen ni saben desempeñar?