Usar la indignidad como moneda
Los que se las prometían tan felices con el advenimiento de un gobierno que, a principios de verano, se presentaba como “el de la dignidad” y el “de la regeneración”, quizás no pensaron que el realineamiento de chakras que proponía Sánchez acarreaba un coste difícil de pagar y aún más de sostener en el tiempo: una alianza estratégica con los dinamiteros del sistema. Y ojo que la metáfora explosiva es, en algunos casos, simplemente descriptiva. El doctor Sánchez ligó su futuro político al de grupos que tienen como único objetivo la destrucción de la España impulsada por la Constitución de 1978, para dividirla en pequeños estados e imponer sobre lo que quede algún tipo de experimento de inspiración catastrófica: Venezuela o Irán como minaretes del futuro. Un espanto claramente predecible que el irresponsable Sánchez se pasó por donde no digo y ustedes piensan, cegado por la golosa ocupación temporal del Palacio de la Moncloa. Pero nada en la vida es gratis y los que prestaron el voto para el desalojo de Rajoy están tocando en la puerta de Sánchez preguntando por lo suyo. Usando la indignidad como moneda, el gabinete del Doctor Sánchez ha dado muestras de que si el premio es seguir en la Moncloa, no hay miseria por la que no estén dispuestos a arrastrarse: han condicionado la actuación de la abogacía del Estado para rebajar la catalogación penal de los golpistas catalanes y se han puesto del lado de los asesinos y cafres en Alsasua, no dudando en usar su purgada TVE para calificar de “agravio” que se quiera defender a la Guardia Civil y la españolidad de Navarra.
Y por si fuera poco, hemos tenido que ver a una vicepresidenta soberbia e insolente, en un indefendible alarde de desfachatez, asegurando que se puede decir una cosa desde la oposición y su contraria una vez alcanzado el gobierno. Pues esto es lo que tenemos. Y francamente, cuesta trabajo pensar que alguien con la cabeza en su sitio quiera que lo sigamos teniendo por más tiempo.