Desbloqueen la llegada del Corte Inglés
Igual que el coronel Aureliano Buendía recordó frente al pelotón de fusilamiento el día remoto en que su padre le llevó a conocer el hielo, yo conservo en un lejano rincón de la memoria el día en que mis padres me llevaron al Corte Inglés en Madrid, y ascendí ingrávido por unas escaleras que se movían solas en busca de la planta de juguetes. Almería era por entonces una especie de Macondo mediterráneo, aislado en el barrizal del olvido y apartado de muchas cosas que, a ojos de un niño, resultaban tan fascinantes como la fría solidez del agua helada. Lo cierto es que formo parte de esa generación de almerienses que creció viendo a esos grandes almacenes como un símbolo que nos explicaba fuera de casa el incómodo lugar en el que vivíamos. Han pasado de eso casi cien años de soledad infraestructural y, aunque muchas cosas han mejorado y cambiado nuestra historia para siempre, seguimos sin contar con un centro de esta firma en el corazón de Almería, tal como pasa en la práctica totalidad de ciudades españoles. Que muchas veces Almería sigue siendo una jungla espesa y llena de peligros se comprueba al ver que la ausencia del Corte Inglés se explica en la pellejería política de impedir que una administración de diferente color político alcance una meta esperada por muchos almerienses. Recuerden la campaña de estratagemas y movilizaciones puestas en marcha por la Junta del PSOE de Andalucía, declarando repentinamente BIC a los edificios escogidos, orquestando protestas vecinales y lanzando insinuaciones de corrupción para impedir no ya que los propietarios del edificio escogido y la firma pudieran cumplir el acuerdo al que ya habían llegado, sino para evitar que un alcalde del PP pudiera cortar la cinta inaugural. Lo recuerdo ahora cuando veo al PSOE almeriense dando recetas para mejorar la actividad comercial en el centro. Pues que llamen a Sevilla y que pidan el desbloqueo. Así de fácil.