La Voz de Almeria

Opinión

Jose Fernández
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Cuando la Coral Vajillas del arrumaco editorial ciña en el futuro nuevos laureles sobre las sienes de nuestro hermoso presidente, bien podrían resumir el alcance de su mérito con este concepto que cedo desinteresadamente: la nación de Pedro Sánchez es él mismo. Se emulsiona así el conocido verso de Rilke, “La verdadera patria del hombre es su infancia”.

Nuestro presidente, ese hombre, no tiene ni puñetera idea de lo que es España y, lo que es peor, no parece que le importe demasiado. En el debate que mantuvo durante las primarias socialistas con su compañero y rival Paxi López, éste le selló para los restos con una pregunta que el bien perfilado Sánchez no supo responder. “Pedro, ¿tú sabes qué es una nación?” Y si era malo que no lo supiera entonces, bastante peor es que siga sin saberlo, ahora que los vaivenes del parlamentarismo le han situado en un puesto del que los españoles han tratado de alejarlo cada vez que han tenido un voto en la mano.

Y así, es normal que se humille en sede parlamentaria ante el bandarra Rufián y no píe cuando el otro, enfundado en un traje lavado con un programa equivocado, eleva a los golpistas catalanes a la categoría moral de secuestrados. Con semejantes mimbres, es normal que tampoco tenga la decencia institucional de evitar que el Rey tenga que entregar un premio en un restaurante, porque los cafres que le han prestado su voto  le impidan el acceso a un edificio público de Cataluña. Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación? “Mi nación soy yo”, podría responder el hombre que expresa más determinación con sus manos que con sus ideas. Y así podrá seguir, inmerso en esa espiral de indignidad que le lleva a agacharse cada vez más ante quienes propiciaron su ascenso, enseñando esa parte del cuerpo que empieza a verse cuando el escorzo es más pronunciado. Quizás sea lo que estén esperando sus asesores de imagen para el próximo reportaje

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