Compro oro
Compro oro
Ulises Carmona, hijo y nieto de chatarreros, es un surfista de la oportunidad, había subido a la ola del oro cuando comprendió que el dinero no era nada, sólo papel, una pasta de celulosa y tintas. Seguía en la cresta espumosa de una ola que lo había enriquecido y no dejaba de crecer, como su negocio con más de 700 tiendas de una punta a otra de España. Silvana Dos Santos, sólo podía hablar de la ola que mató a su padre antes de que ella naciera, según le dijo su madre, la única vez que preguntó por él. Eran las corrientes o quizás una marea lunática e indecisa la que gobernaban su vida, un puro péndulo propenso a quedarse en el extremo que los adivinadores llaman desgracia, mundo oscuro los ocultistas, lado sucio los sanadores, energía negativa los taoístas y mala suerte los optimistas. Los tres últimos años trabajó en una local de alterne de carretera, ahora emitía por internet desde su casa las 24 horas, alguna gente estaba dispuesta a pagar por verla lavarse sus dientes y otros se volvían locos cuando planchaba. Los servicios extras de su sexualidad solitaria cotizaban al alza, pero la abundancia entre su manos era más que una gracia una condena y un aviso para no olvidar que su destino estaba escrito con letras de sangre, como le dijo Atilio, el brujo de su pueblo el primer día que dejo de ser una niña para sentirse mujer. “Ulises Carmona, el hombre de oro”, era el titular de una revista económica que le dedicaba la portada, con foto de cuerpo entero ocupando media pagina, Carmona sugirió unos retoques de photoschop para que nadie le reconociera. Fue en la sección de anuncios por palabras de aquella publicación donde localizó a Silvana: “Amazona en la selva y gata urbana. Puedes verme las 24 horas” decía el reclamo. Al hombre de oro, no le interesaba el sexo y fuera de algún escarceo onanista, de los pecados de la carne estaba absuelto, pero la vanidad le excitó aquella noche aciaga. Silvana tenia un aviso en su ordenador para que cerrara líneas, un cliente selecto iba a pagar la tarifa máxima por un cara a cara virtual. Él ocultaba su rostro pero lucía el mismo anillo de oro en su dedo indice del hombre que aparecía en la fotografía de la revista, que una agencia de publicidad le mandó para comprobar en que gastaba su dinero, esta misma mañana. La señora Dos Santos, una gran profesional guardó esta ventaja, hizo un trabajo excepcional y engatuso al frígido y miserable de Ulises, que aquella misma noche pidió perdiendo la cabeza hasta mil euros por un directo en el lugar donde él eligiera. En la trastienda de la vieja chatarrería, hasta las sabanas eran de hilo del mineral precioso en aquella alcoba, como las zapatillas que puso en sus pies. Fue demasiado, repetir dos veces la misma noche y el corazón de oro de Carmona se quedó parado y una lengua morada y gorda asomaba por la boca. En la cabecera de la cama había un libro de autoayuda; “ Puedes ser feliz con poco o nada”, este era el título, Silvana lo metió en el bolso, para leerlo y guardo las llaves, era sábado aún tenía tiempo para volver y arramblar con todo, salvo que aquel libro le convenciera de lo contrario.