La Voz de Almeria

Opinión

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Decía el filósofo Noam Chomsky: “Nunca se necesita un argumento en contra del uso de la violencia, se necesita argumento para estar a favor de ella”, y apesadumbrada veo estos días lo rápido que se propaga el odio, parece que estaba escondido en un cajón y se ha extendido tan rápido como el fuego, alentado por propagadores que utilizan la manipulación y el simplismo para dividir y sentenciar quienes son buenos y malos. Utilizan el miedo para gestionarnos, ganando, como siempre, los que sacan beneficio de esta división y odio: demasiados privilegios en juego que se quieren mantener a costa de la democracia.
Estamos asistiendo a un espectáculo muy triste y doloroso, en el que los principales protagonistas no están a la altura del problema: los políticos han fracasado porque no han sabido frenar este sin sentido sin ser capaces de sentarse en una mesa de diálogo. En cambio, para conseguir sus aún no claros horizontes, nos están manipulando para que simplifiquemos, creando un problema grave que se ha convertido en una fractura social abierta. Desde sus respectivos gobiernos, altavoces y púlpitos nos han enfrentado a unos y a otros, como ciudadanía y con las fuerzas de seguridad. Han provocado un problema de dimensiones aún por saber y que cada día que pasa es más difícil de solucionar. La violencia es el último refugio de los incompetentes: ninguna ideología justifica la violencia porque la política es diálogo, negociación y compromiso. Necesitamos que la clase política trabaje escuchando a la sociedad a la que representan, que tengan empatía a la hora de dialogar y comprensión y, por qué no, también cariño y, para ello, hay que tener actitud y aptitud, pero parece un objetivo imposible: hay mucha testosterona en el ambiente que impide llegar al diálogo. Reflexionábamos el otro día con mis queridas “Rosettas”: “Ellos opinan, deciden,…todo es cosa de ellos. Miramos la televisión y hay opinadores, políticos, son sobre todo ellos. Eso sí, las mujeres pillando palos: de ellos”. Tardaremos en olvidar lo que estamos viviendo porque además este país tiene referentes que no llaman al diálogo, la conciliación y la fraternidad, se están dedicando a expandir el miedo y a alimentar el odio, esos mismos referentes que son cómplices de que la corrupción esté bien establecida y arraigada en nuestra democracia. Estamos realmente preocupados por la incitación al odio y a la violencia que se está alimentando como a una hidra insaciable, y al miedo que está anidando en nuestros corazones porque no han sido capaces de buscar una solución democrática a un problema territorial. ¿Si cerramos las puertas a la democracia qué caminos nos quedan? La violencia no es el camino. Decía M. Gandhi: “Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia”. 
Las banderas no pueden ser lo que envuelva y asienten nuestros ideales, valores y compromisos porque se nos olvida, con una velocidad de vértigo, que habitamos bajo un mismo cielo, bebemos de la misma lluvia y respiramos el mismo aire e incluso nos bañamos en el mismo mar. “Tod

somos un@”, dice mi amiga Ana Oliva, catalana afincada en Almería. Se nos olvida que somos hijos e hijas de la mezcla, que buscamos un trabajo digno, una educación y sanidad de calidad, una democracia más participativa, etc. ¿Qué miedo se puede tener a que la democracia sea más participativa? Pero de esto hace tiempo que dejamos de hablar, permaneciendo de manera sombría, indolentes, hipnotizados y entretenidos con los trapos de colores que nos enseñan y entramos a embestir sin pensar y sin cuestionar. Es tiempo para la paz y la palabra, como decía el poeta Blas de Otero: “Paz para el amor y para la causa. Paz para el pensamiento y para el camino. Paz para la semilla y para el átomo. Paz para la obra y para los seres humanos”.
Dice el cantautor Jorge Drexler: “Perdonen que no me aliste bajo ninguna bandera. Vale más cualquier quimera que un trozo de tela triste”. Amigos y amigas catalanas quiero deciros que yo os quiero, y volveré a salir a la calle, una vez más, a decir en cualquier idioma: ¡Paz,  Pau o Bake! Y si tengo que enarbolar una, enarbolaré la bandera blanca o la arcoiris porque el amor es mi única bandera. De nuevo, vuelvo a hacer, una y otra vez, míos los versos de Pilar Quirosa- Cheyroze: “Beso mi única bandera/ las sábanas que ocultan/ tu cuerpo desnudo”.



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