Querida hermana, te fuiste de esta vida como viviste en ella, con tu sonrisa en los labios y tu grandeza de saber dar tranquilidad, aunque por dentro llevaras una vida llena de sacrificios. Tuviste ocho hijos a los que les diste una buena educación, y los llevaste siempre por el buen camino, para hacerles personas de honestidad. Cuando ya los tuviste criados, tuviste la desgracia de que, por un fatal accidente, uno de tus hijos, mi sobrino, cayó en coma, donde estuvo veinte años en los que ni un solo instante dejaras de cuidarlo sin perder la esperanza de que, de un momento a otro, volviera a la vida. Pero no fue así. Pero junto a ese dolor tan hondo, que sólo unos padres pueden entender, aún te quedaban fuerzas para cuidar también junto a tí, en tu casa, a nuestra tía, tu segunda madre, enferma de Alzheimer durante 17 años. Así que compartías tu tiempo entre tu hijo en una habitación, y ella en otra. Cuando íbamos a tu casa te encontrábamos con una entereza, llena de ánimos y tranquilidad, que nos era difícil creer que fuera posible, pues aún te quedaban fuerzas para darnos amor, tu sonrisa y esperanza de que todo iba a cambiar. Pero no fue así. Tú también te fuiste, y seguro que estarás con ellos en el cielo. Como tu mismo nombre indica, andarás entre los ángeles y desde allí nos mandas tu fuerza para sobreponernos a tu pérdida. Te queremos y te llevamos siempre en nuestro corazón. Tus hijos, tu esposo, tus hermanos y todos los que te queremos.