Pasa el tiempo, los sentimientos permanecen y el dolor se mitiga, pero tu ausencia, Conrado, marca cada arruga de mi rostro y el acompasado latido de mi corazón. Mil ochocientos veinticinco días encadenados al recuerdo de la persona que supo mantener sus valores por encima de otros condicionantes mundanos y atrayentes. Así eras tú: sencillo , humilde, coherente, cabal , algo terco pero directo y caballeroso. Estos adjetivos te califican y cualifican para que siga pensando en lo mucho que nos dimos , pero sobre todo, lo mucho que aprendí de ti. Esta reflexión , este pensamiento, me permite afirmar que son los sentimientos los que se mecen en el vaivén del discurrir cotidiano y las contradicciones se agudizan cuando no hay una respuesta al " por qué" de los aconteceres. Empieza , entonces, a perfilarse el proceso de la percepción de la ausencia como una sombra que se desdibuja porque la misma, tú ausencia, aparece como una certeza inapelable , como una angustiosa sensación de soledad que impregna toda y cada una de las acciones cotidianas. Tu no presencia es cada vez más patente y el tiempo que corría como un río embravecido hacia una desembocadura , es ahora un afluente que discurre manso y sereno, por la madurez y la certeza de tu eterna lejanía. Estas líneas , henchidas de amor, pletóricas de admiración hacia tu persona , no tienen otra misión que mantener vivo tu recuerdo y dar testimonio de lo mucho que fuiste capaz de dar con tu buen hacer y tu serena armonía espiritual. Eres el referente de honestidad personal y respeto hacia las personas y hacia las instituciones y un modelo a seguir para todos los que te conocimos y quisimos. Solo añadir : Vive en mí tu recuerdo y mi recuerdo es siempre para ti.