Los nuevos frailes

“A los hijos de este modelo de testa los encontramos por doquier”

José Luis Masegosa
09:00 • 12 dic. 2022

Vivimos en continua transformación. El llamado look personal presenta características propias, pero de un tiempo a esta parte se ha homogeneizado vertiginosamente, es decir se ha hecho viral de tal forma que varias generaciones de masculinos seres comparten la misma identificación gregaria. A los hijos de este modelo de testa los encontramos por doquier. Tal vez sin saberlo, son herederos del Tío Sam. Les va toda indumentaria, aunque prevalece la juvenil. Es posible que nunca se hayan preguntado por qué cuándo van a su peluquería habitual indiquen a los barberos que les hagan un corte de pelo degradado, conocido en inglés como fade, y desvanecido en la lengua de don Quijote. Se trata de un estilo de corte masculino que lleva los lados y la parte trasera cortada de tal forma que su extensión varía gradualmente de más larga alrededor de la parte de arriba a más corta hacia la línea de crecimiento del pelo. Y la tipología es variada: low fade o corte de bajo fundido, high fade, corte razor, bald y skin fade. Con algunos matices, la esencia de todas estas modalidades se ciñe a rapar los laterales y nuca, en tanto que la cabellera – con diferente grosor- se mantiene a modo de “gorra” sobre la cabeza.



El look en cuestión no es nada nuevo, y por si alguno de sus seguidores ha sentido la tentación de abrazarlo por creerlo rompedor, novedoso y revolucionario lamento frustrarlo. Este tipo de peinado se estandarizó –¿cómo no?- entre los nuevos cadetes estadounidenses, en la década de los años 60, con la finalidad de controlarlos y porque los situaba a todos al mismo nivel. Con posterioridad, quien expandió el corte degradado fue el peluquero francés Jean Louis David, quien falleció hace tres años. 



Un servidor, que es más de tonsura que de corte degradado, cuando otea la calle tiene la sensación de adivinar una marea de nuevos monjes o frailes de cabeza invertida, a tenor de la muda entre rasura y melena. Claro que estos laicos modernos no saben quién ha sido su Papa Gregorio VII, quien- 900 años atrás- instauró la tonsura para imitar a San Pablo.








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