De nuevo el racionamiento...

Pero esta vez, impuesto por un régimen presidencialista con visos de absolutismo

Juan Martínez Fernández
09:00 • 09 ago. 2022

Ayer me llevé una sorpresa al oír a un octogenario decir: “Y yo que pensaba que ya había desaparecido el racionamiento para siempre”. ¡Pobre hombre! Exclamé para mis adentros; pero no porque el anciano estuviera equivocado, sino porque, en su interior, sentía el dolor de verse sometido a la misma carga psíquico-social que había tenido que soportar en su juventud, aunque aquella vez, estaba en un país arruinado, destruido, aislado del mundo y sobre todo, en el que no pagaba impuesto alguno.



Hoy, se encontraba con la desgracia de que las prohibiciones de aquél régimen dictatorial, eran un juego de chiquillos comparadas con las que ahora, esta pseudo-democracia, nos impone a diario y después de habernos alardeado de que nos han concedido un bienestar social, casi inmerecido; y sangrarnos a impuestos para despilfarro del peor gobierno de España en siglos de existencia. En aquella España triste y lamentable que nos tocó vivir, si excluíamos la política (aunque al fin y al cabo, en esta partidocracia que vivimos, tampoco nos hacen caso alguno los partidos en la actualidad) la libertad de los ciudadanos era muy superior a la actual. Vivimos en una sociedad en la que respirar cuesta dinero, en la que vivimos bajo la espada de Damocles de que por cualquier estupidez que no le venga bien a la izquierda de turno, nos sancionarán con multas imposibles de pagar; y además, vamos camino de la irremediable dictadura de una sociedad en la que todo aquello que no sea obligatorio, estará prohibido.



Hoy, después de cuatro años de este gobierno, es imposible para cualquier español, y que conste que incluyo entre ellos a los mejores juristas de nuestro país, conocer todas las obligaciones legales y prohibiciones anejas que tiene consigo, la legislación actualmente en vigor. Hoy, en nuestro país, salvo para los catalanes, los vascos y los socialistas de nivel alto, la totalidad de las leyes, son imposibles de cumplir; más que nada, por desconocimiento de la existencia pormenorizada de las mismas (Y los excluidos, porque por lo visto hasta hoy, tienen patente de corso). Hoy en día, escudriñando entre esta y aquella ley, unas del franquismo, otras de la transición y cientos de este gobierno, siempre hay motivo para perseguir, multar o condenar, así como obligar a aquellos que no estén bajo el palio y  el pesebre del sanchismo.



Cuando se dice con toda ligereza y descaro que, en España las leyes hay que cumplirlas, no podemos evitar la mayoría, que se nos ponga una mueca de sonrisa triste y llena de impotencia, al ver cómo se nos toma el pelo una y otra vez, de una forma descarada, sabiendo que en la España actual, basta con tener un voto que pueda decidir quien estará en la Moncloa, para poder evadir e incumplir, - incluso alardeando públicamente de ello -, las leyes en vigor. Ahora, se nos hace pagar por el posible desabastecimiento de gas, cual si fuéramos responsables del mismo, a consecuencia de una política exterior inconsciente e irresponsable hacia Argelia; e incluso se nos amenaza con el racionamiento de las materias energéticas, cuando el derroche de los principales miembros del gobierno, es abusivo y sobre todo, ofensivo por lo ostentoso; y lo peor, nuestras posibilidades de autoabastecimiento de energía eléctrica era prácticamente autosuficiente, hasta que llegaron estos insensatos de ahora y nos cercenaron toda posibilidad de tener energía barata y asequible, en aras a una estupidez imposible como el es la teoría del cambio climático.





Después de lo acontecido, urge una reforma de la Constitución, pero no para las sandeces que se propugnan a diario, sino para limitar los poderes de la Presidencia del Gobierno en España que, no siendo un estado presidencialista, no puede otorgar a la presidencia del gobierno las atribuciones de absolutismo total que estamos observando y sufriendo recientemente. Los españoles que hemos estudiado, pensábamos (de forma ilusoria sin duda) que el Absolutismo que implantó Luis XIV no se volvería a repetir en Europa, pero estábamos equivocados; pues, según parece,  algo falla, si no es que así lo acordaron los padres de la CE; aunque también podría ser que por recato de los anteriores presidentes, ese poder omnímodo, no había sido ejercido hasta hoy.





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