Poeta/poetisa

Luis Cortés Rodríguez
07:00 • 20 ago. 2019 / actualizado a las 21:06 • 20 ago. 2019

Sancho salió a darle la bienvenida a Sansón Carrasco, que había llegado de estudiar en Salamanca y ya hecho bachiller. Cuando este anuncia al escudero que sus aventuras y las de su amo han sido objeto de una historia que anda impresa y que él ha leído, Sancho quedó patidifuso y corrió a informar a don Quijote. Este le pide que traiga en volandas al bachiller y así se hizo. Retirado Sancho y sepultado en sueño sobre el albarda de su jumento, don Quijote y el bachiller platicaron  durante parte de la tarde y algunas horas de la noche. En un momento determinado, derivó la conversación en cuestiones referidas al teatro, Y en estas estaban cuando el caballero se dirigió a su interlocutor de esta guisa:  


— Decidme, ¿no os acordáis que ha pocos años que se representa¬ron en España tres tragedias que compuso una famosa poetisa destos reinos, las cuales alegraron, gustaron y solazaron a todos cuantos las oyeron, sean estos rufianes o nobles? 


—Perdonad vuestra merced –contestó el bachiller, siempre con la misma socarronería– pero no hay memoria que el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no consuma y no puedo recordar esa circunstancia, si bien me atrevería a decirle que el término poetisa, como algunos otros nombres femeninos, han adquirido un sentido peyorativo entre los estudiantes de Salamanca, gente instruida que empieza a evitar el vocablo y se aplican con el masculino poeta y solo el masculino.



—No entiendo tal dislate, —respondió don Quijote—. Pero dígame vuesa merced, señor bachiller, ¿por qué ha caído un tal castigo sobre tan hermoso término como poetisa?, un vocablo consistente y sólido y llegado directamente del griego y el latín. ¿Y qué dicen las damas principales de esta cuestión? Se sabe si comentan con sus doncellas o dueñas el referido rechazo?


— No es posible tal conocimiento —respondió el bachiller—, pero el camino no parece tener retorno. Ansí, fray Manuel Seco, profesor mío en Salamanca, ya nos habló ha pocos meses de unos versos de Lope de Vega, en los que el Fénix de los ingenios evita decir poetisa y lo sustituye por poeta al referirse a una mujer a la que considera: «Solícita, poeta, enferma y fría».



Oyendo lo cual quedó don Quijote pasmado, porque en aquel instante se le vinieron a la memoria las infinitas poetisas que habían llenado de versos y músicas, requiebros y desvanecimientos esos libros de caballerías que él tiene y lee tan de ordinario. Y en ellos no habría mentecato alguno que osara decir que Safo  era «poeta», pues era «poetisa», ni que Débora fuera «profeta», siendo  «profetisa».


Había entrado momentos antes Sancho, quien extrañose de aquellos nombres y aquellas palabras y como pensó que algo tenía que decir se dirigió a ambos de tal modo:



—No entiendo otra lengua que la mía y no comprendo esas palabras que...


—Callad, Sancho —dijo don Quijote—, y no interrumpáis al señor bachiller, a quien suplico pase adelante en decirme a qué se debe el tentar a Dios cometiendo tal disparate de mezclar nombres de hombres y mujeres en una sola palabra.

—En eso —respondió el bachiller—, hay diferentes opiniones, como hay diferentes gustos. Ansí, aunque el femenino tradicional de poeta es poetisa, nuestros autores admiten ambos vocablos reivindicados respectivamente por dos corrientes feministas distintas: la que prefiere el sustantivo poeta para alejarse de las connotaciones de cursilería y sensiblería que antaño tenía la forma poetisa y de esta guisa recuperar la universalidad primigenia de poeta, y aquella que defiende el término poetisa como reivindicación de la identidad femenina. Pero ha de saber vuestra merced que este último juicio se muestra muy desfavorecido con respecto al primero; su aceptación cada día es menor y llegarán los siglos en que no se emplee. 


—Por el Dios que me crió, te juro que no entiendo qué quiere decir feministas ni otros latines que vuestra merced utilizó -dijo don Quijote-. Eso me hace que no pueda responder derechamente, Pero yo seguiré diciendo poetisa, pues entre los muchos sufijos que nuestra hermosa lengua dispone fue este el elegido y para mí siempre será el que diga. 

Por supuesto que es de razón el empleo de poetisa. Pero ha de saber vuestra merced que la Gramática de la lengua española explica que el uso de poeta como sustantivo común en cuanto al género (el poeta/la poeta) se ha extendido al mismo tiempo que la forma tradicional poetisa era rechazada por muchas escritoras. Para justificar ese rechazo se ha aducido, como explica la misma obra, que poetisa lleva a veces asociada la connotación de ‘poeta menor’ y también que el uso de poeta como común en cuanto al género se documenta ya en la lengua clásica. En el fondo surge de las poetisas que no querían ser confundidas con poetisas y empezaron a llamarse a sí mismas poetas. Tanto insistieron aquellas obcecadas mujeres que el uso prendió y la Academia tuvo que registrarlo.


Don Quijote pidió y rogó al bachiller que se quedase a hacer penitencia con él, mas este retirose y dejó al caballero algo desorientado y compugido. Amo y criado sentáronse bajo una luna resplandeciente y comieron unas algarrobas y un trozo de queso duro que aun quedaba.



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