Fernando Martínez López “Casi la mitad de lo que escribo ha sido premiado en certámenes”

Marta Rodríguez
23:06 • 10 may. 2013

Desconoce el número de premios literarios que atesora, pero tiene la certeza de que sobrepasan el medio centenar. Entre primeros, segundos y terceros puestos, además de finalistas, se podría decir que casi la mitad de lo que escribe ha sido reconocido en distintos certámenes de la geografía nacional. “La cifra gira en torno al 40 por ciento de mi producción, es un porcentaje alto, aunque otros ganan más que yo. Hay gente que se dedica casi exclusivamente a esto”, reflexiona.

Cansado de que lo confundan con el exalcalde de la capital y catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Almería --que se llama igual--, Fernando Martínez López (Jaén, 1966) insiste siempre en su segundo apellido. Tanto cuando firma una obra como en el día a día. “Espero que no haya venido nadie pensando que se trataba de un libro suyo y ahora se lleve una decepción”, bromeó durante la presentación de su última novela, ‘El mar sigue siendo azul’.

Aparte de modesto, parece un hombre tímido, pero tampoco como para rechazar la invitación a compartir este ‘Café con...’. Una cita que elige celebrar en la cafetería donde desayuna con su mujer cada miércoles, ubicada en la Avenida del Mediterráneo de la ciudad. Desde allí, aprovechará después para recoger a sus hijos de clases de inglés. Porque Martínez López también es una persona tremendamente familiar.

Pide un menta poleo a la camarera con la familiaridad del cliente habitual y busca el consentimiento de la periodista a la hora de escoger mesa. Finalmente se decanta por la del fondo. “De los premios que he conseguido le tengo especial cariño al primero que gané, en Santoña, Cantabria, con un relato ambientado en La Isleta del Moro. Estuvo envuelto por cierto suspense hasta el final y nos pilló por sorpresa, por eso resultó tan emocionante, aunque yo estuve torpísimo hablando. Ahora me he acostumbrado y tengo casi el guión preparado”, expresa.

El mundillo
El funcionamiento de los certámenes literarios merece mención aparte. Los que se organizan en España suelen admitir participación internacional, por lo que suelen contar con numerosos trabajos de Sudamérica. El único requisito es ser hispanoblante. Sin embargo, en Latinoamérica están más restringidos y sólo permiten presentarse a los escritores del país donde se promueve. “Dice un compañero de allí que no nos perdemos gran cosa, ya que son bastante informales en el pago de los premios y en la publicación de los textos. Aunque siempre hay excepciones”, indica.

Según Fernando Martínez López, una de las cosas buenas de este mundillo es viajar, “se conocen lugares y a otros escritores”. Dependiendo del premio, la organización asume los gastos o lo hacen los propios aspirantes. “Si la cuantía económica no es muy grande y el certamen es en algún lugar alejado, ni me presento”, señala.

Luego está la cuestión de los temas. Hay premios sobre temáticas específicas para los que este profesor de Secundaria aficando en Almería desde los siete años elabora textos ‘ex profeso’. Otros, por el contrario, son libres, de modo que puede presentar los mismos hasta que son distinguidos y se retiran de circulación. “Los jurados son muy subjetivos, se me ha dado el caso de que un relato no premiado en dos certámenes haya sido reconocido en un tercero, que era más prestigioso y tenía mayor participación. Cuando está premiado, te piden que no lo vuelvas a presentar. Aquí no pasa como en el cine que una misma obra opta a muchísimos premios”, explica.

¿Y los certámenes literarios dan para vivir? “Si ganas unos cuantos al año sí, aunque sin mucha alegría. Incluso dan para vivir mejor que escribir novelas”, responde tajante. Tras ser finalista del Premio Fernando Lara, consiguió una agente literaria de prestigio, Antonia Kerrigan, que representa a autores de la talla de Carlos Ruiz Zafón y María Dueñas. Desde hace dos años, está intentando colocar su manuscrito ‘Tiempo de café y ceniza’, una historia de amor ambientada en la dictadura. “Estamos buscando una editorial potente y la cosa está complicada. Se está publicando más que nunca y se lee bastante menos que antes por la crisis, porque la gente ha perdido el hábito o porque hay otros medios de entretenimiento”, lamenta.

Con el fondo de la taza ya a la vista, confiesa que cree más en el hábito de trabajo que en la inspiración y no se plantea tratar de vivir de la literatura pues teme perderle el gusto a escribir, eso que hace “en plan serio” hace once años. Y no le ha ido mal. Con seis novelas en el mercado y medio centenar de premios, tiene nombre suficiente para que nadie acuda por error a sus presentaciones.


Cafetería Cofesa
1 menta poleo
1 botellín de agua
Total: Cortesía del entrevistado







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