Diario de una cuarentena (XXXV): La posibilidad de una isla

El paseo marítimo de Almería y la playa para una sola caminante..
El paseo marítimo de Almería y la playa para una sola caminante.. Marina del Mar
Marta Rodríguez
07:00 • 06 may. 2020

Conocí a Carmen haciendo un reportaje sobre almerienses que cuidan de la lengua española. Ella ni siquiera nació aquí, pero ha batallado por estas calles como una más, de modo que decidí incluirla. Al fin y al cabo, su testimonio era el más interesante. Luego me propuso presentar su libro sobre La India. Y no me pude negar. Semanas después, se incorporó a la plaza del Instituto Cervantes que acababa de sacar en Manila. Allí le pilló el coronavirus. Recién llegada a un país extraño. Sola y confinada. Conforme pasaron las semanas, su sentimiento de expatriada se agudizó. Hasta rayar el absurdo. Carmen ha regresado a casa y describe su viaje de vuelta como un recorrido por un paisaje apocalíptico al más puro estilo ‘La posibilidad de una isla’ de Michel Houellebecq, uno de sus escritores predilectos. Ella no lo sabe, pero también es uno de los míos.




Su historia estaba ahí, flotando en mi memoria y mi cuaderno de notas a la espera de la chispa que la pusiese negro sobre blanco. Y hoy es ese día. Por lo visto existe la sospecha de que Carmen y su hermana María son las chicas que inspiraron la escena inicial de ‘Serotonina’, la última novela del francés. Transcurre en la carretera N-340, a cinco kilómetros de El Alquián, una calurosa tarde de verano. No es descabellado que el autor de ‘Plataforma’ la sitúe ahí, recordemos que tiene una casa en Almería. Tampoco que se haya inspirado en un encuentro real con dos jóvenes, de hecho, sus personajes sienten cierta fijación por ellas. Qué pena no haber visto por una mirilla qué pasó en realidad aquel día. Según Carmen, no quedó una botella de vino por liquidar.




Donde no sé si quedó una botella de vino por liquidar, pero desde luego sí parecía un botellón fue mi barrio ayer. No diré el punto exacto, pero todos los bancos estaban llenos de jóvenes y ni un policía a la vista. Porque al final, por mucho que nos hayamos dejado por el camino, la vida se abre paso. Eso es así. Nos hemos vuelto inmunes a los datos de contagios y fallecidos. Inmunes a la noticia del enésimo ERTE. Y todas esas hormonas tienen que salir por algún lado.




Por cierto, quizá haya llegado el momento de contaros lo inevitable y es que este diario tiene un final. Más que nada porque la reclusión se acaba y ahora toca escribir la crónica de la desescalada, ya veremos de qué manera. He estado meditando y creo que sería poético cerrarlo en la columna 40. Ya sabéis, por lo de cuarentena. Me ha terminado de convencer una de mis lectoras más leales, María del Mar, al recordarme cómo se escribe 40 en números romanos: XL. Todavía nos quedan unos días.







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