Desde el rojo pasión del flamenco

El Olimpo del flamenco se dio cita en el miércoles en el Maestro Padilla para sanar a uno de los suyos, un hermano, el cantaor y guitarrista de Pescader&

Foto de familia de los artistas con Josele Padre, emocionado, con su nieto.
Foto de familia de los artistas con Josele Padre, emocionado, con su nieto.
Mar de los Ríos
23:16 • 08 dic. 2016

La famila flamenca. Apiñada una vez más cuando se la convoca, como la verdadera familia que es la del flamenco, nos congratulábamos en asistir al homenaje en forma de gala que se le dispensaba al cantaor-guitarrista de Pescadería Josele padre. Ese al que todos los que tuvieron la oportunidad de hablar quedaban en etiquetar como uno de los héroes almerienses del arte gitano por antonomasia. Un precursor del flamenco, como le tocó ser en sus comienzos, abriendo los espinosos caminos poco transitados para lograr vivir de ello, en una España menos entusiasta con nuestra cultura de raíz. Ahora que todo ha cambiado a mejor para todos los que le han seguido, las fuerzas le fallan y le toca cantar el palo más amargo de su vida, el de la enfermedad. Pero él, sin duda coartífice de la magia del arte, sintió en sus carnes el dulce asueto en forma del mejor regalo posible, de la mano de este elenco de grandes que componían la gala ofrecida en su honor la noche del miércoles en el Auditorio Maestro Padilla. Porque su ciudad lo arropaba con el calor del verdadero compás, atinado con el mejor de los carteles posibles del flamenco actual. Todo por y para él.




El Mesón Gitano junto con el Ayuntamiento de Almería aunaban sus fuerzas para hacerlo posible. Se daban cita por tanto en nuestro auditorio más emblemático tres de las voces más importantes del cante hondo, junto con otras tantas guitarras de primerísimo nivel. El flamenco sabe de sentimiento y de sufrimiento, porque esas son las pilastras donde se apoya la intensidad de sus quejíos y rasgueos en todos sus palos. Un arte milenario que podríamos afirmar vive un momento dulce en cuanto a sinergias y modas. 




El periodista Diego Bravo daba la bienvenida a un auditorio abarrotado hasta los últimos palcos y nos situaba frente a la sencillez y esfuerzo de un trabajador, un héroe en lo personal y en lo profesional como ha sido, como sigue siendo el homenajeado, Josele padre. El  Mesón Gitano daba también las gracias a los asistentes a esta gala, que prometía ser inolvidable y que colgaba el cartel de no hay billetes desde hace semanas. Con el más flamante de los sextetos del flamenco actual, nos disponíamos a disfrutar, a dejarnos llevar por el compás.




José del Tomate. Así bautizó artísticamente José Mercé al hijo de nuestro Tomatito. Y él rompía el silencio del inicio de la gala con la responsabilidad de su juventud. Recibíamos con entusiasmo a este muchacho de raza, a quien hemos visto crecer por las calles de Aguadulce, convertido ya en un impecable y elegante flamenco del siglo XXI. Sus zapatos de gamuza color vino, su camisa de terciopelo negra bajo ese pelo azabache, aportaban la modernidad a una guitarra clásica con hondura, rasgada con esa cadencia suave que recordaba a la orilla de alguna de nuestras playas.




Posiblemente, la guitarra que acariciaba como un veterano, fuese la que le regaló el prestigioso constructor de guitarras Juan Miguel González en el día de su boda, hace apenas cuatro meses. El caso es que juntos sonaban a gloria bendita, constituyendo la apertura perfecta de la noche, a través del que ha dejado de ser una promesa del flamenco almeriense. 
 
Arcángel y Miguel Ángel Cortés. El cante lo iniciaba el onubense Arcángel, acompañado magistralmente por el guitarrista granadino Miguel Ángel Cortés. Los fandangos se sucedían entre esos versos populares. 




Ni Santa Cruz es Santa Cruz/ ni Puerto Rico es Rico…, nos paladeaba Arcángel arrancando los primeros olés del patio de butacas, que iban calentando el ambiente.




Lástima no haber podío de saber a quien yo había querío/ ni cuando fue primavera /Pena de la pena mía / me dijiste que te daba pena de la pena mía / Me faltaba tu lamento cuando más falta me hacía.




Y cuando Arcángel callaba, otro Ángel en forma de cuerdas y madera nos dejaba extasiados ante sus rasgueos magistrales que recordaban al gran Paco de Lucía, estremeciendo todo nuestro ser.


La vida sencilla, sus olores y sabores seguían descubriéndose ante nosotros entre los versos de este cantaor de raza. Ponme tú unos caracoles como los ponía mi mare / con especias de la India / del campo de los sultanes.


O la fina ironía que siempre ha acompañado al flamenco como sabia herramienta entre sus letras. Escribo con prevalencia y uve de Barcelona.


Aplausos y bravos iban envolviendo el ambiente a cada fandango. Empezaba ya a olerse la canela, el tomillo, las castañas… la pasión y la vida.


Con el ay, titiritrán tran y Maestranza de Sevilla/ la que huele a manzanilla y a capote de torero, se despedía Arcángel de pie, desde el centro del escenario, con una mano en el pecho, entre una leve reverencia a la platea, escenificando así el perfume romántico de su fina estampa, caballero. 


Miguel Poveda y Tomatito tomaban el relevo y todos pensamos, unos más en voz alta que otros, la que se va a liar. El público del flamenco es muy cercano y se prodiga en elogiar a las madres de los artistas a cada rato. Y en efecto, si la guitarra de Tomatito nos sabe a gloria, no acompañaba a cantaores desde la pérdida de Camarón, el torrente de voz, la contención y el poderío de la filigrana de Poveda desde los dos primeros ay, se clavaban directo en cada uno de nosotros. Máxima calidad, delicatessen del fraseo de este payo catalán que se empeñó en ser un gitano de rompe y rasga, en su pertinaz carrera hacia el Olimpo del cante hondo que hoy habita. 


Nos llegan sus bulerías con luz de nuestra tierra: Donde nacen los tempranos, soy del reino de Almería/ ay, que donde nacen los tempranos y al amanecer el día.


Agradece públicamente la respuesta de la familia del flamenco ante la adversidad de sus mayores, y se congratula de la fiesta. Aunque resfriados, estamos aquí, apoyando a Josele. 


¡Canta por solea!, dice una voz desde la oscuridad.


Voy a cantar por cantiñas, nos aclara el maestro, casi pidiendo permiso para obviar la sugerencia. 


Las cantiñas son un grupo de palos flamencos característicos de la ciudad de Cádiz, los Puertos y Jerez de la Frontera. Por eso se suceden en las estrofas referencias a la vida, al paisaje y paisanaje de aquella zona. Incluso las gaditanas acaban haciéndose tirabuzones, con las bombas que tiran… Camarón también ocupa su estrofa reina, como tiene que ser. 


Llaman a los palmeros y salen desde bambalinas dos chicos. Y qué bonitas las palmas, cómo hermosean el todo. El público sabe acompañar por lo bajo estupendamente. Entonces Miguel Ángel Cortés se une a la fiesta y ya nos sobran definitivamente las sillas. Volamos por encima del potente río que forman las dos guitarras (Me pregunto por qué no nos arrancarnos a bailar sin más).


Ahora vienes tú a buscarme después de haberme dejao / ahora yo a ti no te quiero / las vueltas que el mundo ha dao.
Libre quiero ser, libre quiero ser, como un pájaro  que canta, primilla, al amanecer.


Acaba Poveda con un gran aplauso. Se abraza con los guitarristas y todo el cuadro saluda, palmeros incluidos.


Uno de esos palmeros es el cantaor Kiki Cortiñas, quien toma entonces la palabra de la mano de José del Tomate, cada vez más suelto, con excelentes resultados.


José Mercé y Tomatito. Sale por fin el esperado José Mercé y el respetable enloquece.


Buenas noches Almería, por el primo Josele es un placer estar aquí. La profundidad de su voz, su melena blanca y las perlas que luce por dientes nos ofrecen el mejor retrato de este veterano cantaor de aspecto rejuvenecido, al que le cuesta el quejío sin dejar de sonreír.


Por Malagueñas comienza a cantar. Ay, se la llevó Dios, a la mare de mi alma, ay, por qué se la llevó Dios, si era porque la quería, ay, eso lo respeto yo.


(Maneja su bufanda a rayas con toques rojos, dándole aire de bata de cola, entre la elegancia del sempiterno negro de la indumentaria flamenca).


Constato que hay un bebé en brazos, vestido de rojo en primera fila, que no debe de tener más de un mes, y que demuestra estar ya acostumbrado al tronío, pues se porta como un santo gitano. Pienso que sin duda pertenece a alguna de las divinas sagas que están protagonizando este homenaje histórico. 


Los ojitos de mi gitana los tengo que castigar / quieres que yo te quiera / si siempre tú me están pegando / como si mi cuerpo fuera hecho de mármol / por no tener quien te quiera / no me mortifiques más. 


Pasamos a las bulerías, mis niños guapos, salid, les dice a los palmeros entre una guasa que no se puede aguantar. Y al poco se unen todos en el escenario. Y el clímax del espectáculo está aconteciendo. Poveda, Arcángel, los tres guitarristas arropan al león Mercé cuando se pasa a las letras navideñas: Los pastores no son hombres que son ángeles del cielo, que en el parto de María ellos fueron los primeros, con su tamborilito, con su tamborilero.


Si algo nos faltaba para rematar la fiesta flamenca era un poco de baile, pero Poveda y Mercé lo arreglan y se echan a dúo unos pasecitos que saben a traca de Nochevieja.


Entonces el verdadero protagonista de la noche, Josele padre, por fin sube al escenario, apoyado en su bastón carmesí y su nieto con camisa también roja, para agradecer a sus hermanos el apoyo mostrado en esta mágica noche. El arte cura, es la mejor medicina y estoy convencida que a Josele esa noche no le dolió ni un segundo su magullada osamenta. Al menos su cara era la de un muchacho en fiestas.


Abandonamos nuestros asientos sin duda con ganas de más, con esa excitación que se pega a la ropa con el flamenco y a la que es imposible permanecer indiferente… si se está vivo. 



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