De un puestecillo desmontable frente a la farmacia de Puerta de Purchena hasta convertirse en un célebre establecimiento fijo en el emblemático cruce: así ha evolucionado el kiosco más querido y conocido de la capital almeriense. Y es que quién no se ha tomado un americano caliente en pleno invierno al pasar junto a la Casa de las Mariposas o un refrescante granizado con licor de menta para combatir el acuciante calor estival.
Nacido a finales del siglo XVIII de la mano de Amalia Fenoy Plaza, el Kiosco Amalia es un vestigio de la historia gastronómica de nuestra provincia. Hoy, casi 136 años después de su fundación -en 1889- y cinco generaciones después, el negocio continúa en las manos de la misma familia que lo ideó: "En la actualidad lo regentamos mi hermana Virginia y yo, pero mi hijo también se ha incorporado ahora. Ya somos cuatro generaciones de 'Antonio Carreño', con la excepción de mi bisabuelo, que se llamaba Juan", recuerda a LA VOZ el dueño, orgulloso de la pervivencia de su local.
Orígenes
Sus bisabuelos comenzaron en la esquina de enfrente al lugar en el que hoy se sitúa el kiosco: "Vendían frutos secos, turrones y las pocas bebidas que había en la época, todo casero", relata Carreño. Los turrones, que fueron para el siglo XIX lo que los americanos llegaron a ser en el XXI, se elaboraban en su casa, en la calle Regocijos, para después venderlos en fechas señaladas, como Navidad y Semana Santa. Llegaron a cosechar tanto éxito que Juan Carreño, marido de Amalia, se incorporó al negocio recorriendo los pueblos con el cargamento de los populares dulces.
Según cuenta su descendiente, en 1917 el kiosco pudo mudarse a su ubicación actual, en la Plaza Manuel Pérez García, al lado de la Puerta de Purchena. "Todo cambió. Antes el puestecillo lo recogía mi bisabuela todas las noches para meterlo en su casa, pero a partir del 17 ya se quedó estático, como hoy en día", afirma el bisnieto de los fundadores, para después añadir que se convirtió "en una instalación mucho más cómoda y grande".
La llegada de los americanos
Si bien su carta ofrece una gran variedad de bebidas, no fue hasta que llegó el cine a Almería, con la época dorada de los spaghetti western, cuando el café se popularizó y los americanos fueron bautizados como tal: "En los años 60 se empezaron a comercializar en Almería las primeras cafeteras, por lo que se puso de moda el café. El americano ya se tomaba en otros locales de la ciudad, pero, con el tiempo, fue desapareciendo de la oferta de los bares. Solo nosotros lo mantuvimos, por eso tuvimos tanto éxito", reconoce Antonio.
El brebaje -compuesto por leche, licor de nuez de cola, canela, piel de limón y azúcar- no siempre lució el nombre con el que hoy se le conoce. Su bautizo como 'americano' llegó de la mano de personajes tan míticos como Anthony Quinn, quien durante el rodaje de Lawrence de Arabia se aficionó a tomar leche con cola (como se llamaba en aquel entonces la bebida) sentado en un taburete del kiosco. Cuando los clientes comenzaron a pedir lo mismo que tomaba "el americano", la mezcla hizo historia.
Una bebida de pescadores
Antes de que el americano desarrollase su versión veraniega, el 'Jabea' ya competía por ser el tentempié más cotizado para hidratarse en los meses de julio y agosto. El granizado de limón con licor de menta es otra de las bebidas que el Kiosco Amalia popularizó entre su clientela. Fue, de hecho, uno de los habituales del local quien contó a Antonio las raíces del granizado: "Me describió cómo los pescadores tomaban limón y menta para quitarse la sed en los días de mucho sol. A mí me cuadra, porque es verdad que el jabea refresca y no te da sed", confirma.
Junto al 'quemaillo', que reúne en una tacita granos de café, un trozo de cáscara de limón y azúcar, los americanos y los jabeas han atraído a una clientela cada vez más numerosa y variopinta que ha dejado tras de sí momentos memorables en los taburetes del negocio familiar. "A mi padre siempre le decían '¿Cómo no anotas todas las anécdotas que te ocurren aquí y así haces un libro o un archivo?'. Yo me lo he planteado alguna vez, pero es verdad que de vez en cuando llega algún cliente desagradable que te quita las ganas de todo", lamenta el almeriense, quien afirma, aun así, que las satisfacción vence a la frustración.
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