Vícar

Refugiados de Ucrania: “Pasamos de la crueldad de Putin al cariño almeriense”

Tres madres ucranianas y sus hijos llegan a Vícar huyendo de la invasión rusa

Francisco G. Luque
20:18 • 07 mar. 2022 / actualizado a las 21:22 • 07 mar. 2022

El Día de la Mujer en Ucrania no se entiende sin flores, las que un hombre lleva a casa como muestra de amor y respeto, un gesto simbólico que han echado de menos este año Daria Kazak, Tatiana Borisova y María Rudenko, tres jóvenes madres ucranianas que, junto a sus hijos de 4, 8 y 10 años, se han visto obligadas a dejar su país por la invasión de Rusia y desde el viernes están en Vícar, a más de 4.000 kilómetros de su patria, en casa de Nadia Rudenko, familiar que reside en Almería desde hace 14 años. 



"Es muy duro lo que estamos viviendo, el primer día no paramos de llorar. Hay mucho sufrimiento, pero gracias que pudieron cruzar bien la frontera. Por suerte en la zona donde vive mi familia no hay todavía combate fuerte, pero allí se han quedado mi madre y mis cuatro hermanos, porque ellos no pueden salir", comenta Nadia, violinista que vive en La Gangosa con su marido Alberto y sus dos hijos y que acoge en su casa desde hace varios días a su hermana, a su cuñada, a una amiga y a sus respectivos pequeños, que cruzaron la frontera para volar a España desde Rumanía.



Hace solo tres semanas, su hermana Daria estaba centrada en su negocio, una tienda de venta de zapatos on-line en la que también trabaja Tatiana. Ahora las dos viven con gran incertidumbre, desde el corazón del Poniente almeriense, como unas de las primeras refugiadas en llegar a la provincia, todo lo que está ocurriendo en su país, al que no saben cuando podrán volver, en el que han dejado a familiares y amigos a pocos kilómetros del ruido de los explosivos, esa inquietante 'banda sonora' de una situación injusta que están sufriendo todos sus paisanos. 





La vida de estas jóvenes, al igual que la de María, mujer de su hermano, que ha llegado embarazada de seis meses, cambió por completo el pasado 24 de febrero. "Hemos tenido que habilitar la casa, con colchones en el salón, dos camas nidos que se abren", asegura Nadia, que nació hace 37 años en Oleksandriya, en el centro de Ucrania, país que dejó para establecerse en Almería, donde da clases de violín y además trabaja en hoteles algunas temporadas, bodas y eventos como música.



Parte de su familia salió el miércoles por la mañana de Ucrania y cruzó la frontera por una zona poco saturada hacia Rumanía, siguiendo los consejos de Bianca, una amiga rumana que también reside en la provincia de Almería, que antes de comenzar el conflicto ya dijo a Nadia que le dejaba alojamiento para su familia. El marido de la violinista fue a recoger a Daria, Tatiana, María y a los pequeños a Valencia. "Les tuve que pagar el billete de avión para que vinieran lo antes posible", dice. 



Muchos familiares siguen en Ucrania



Cada día, los niños preguntan por sus padres, cuándo podrán verlos de nuevo. En Rumanía se quedó otra hermana de Nadia y Daria, con cinco hijos, que salió más tarde y decidió quedarse más cerca de Ucrania, donde sí que están su madre y otra cuñada, que no quiso salir del país para no separar a sus hijos, uno con 3 años y otro con 18, que no tiene permiso para dejar territorio ucraniano.



Nadia afirma que su ciudad natal "está abarrotada de refugiados" y que "la vida se ha parado allí, mi hermano se dedica a la agricultura y ahora no puede hacer nada". Pese a todo, se siente agradecida porque "por lo menos los más vulnerables han podido salir". Desde que Daria, Tatiana y María llegaron a Vícar "están todo el rato pendientes a las noticias y al teléfono, no se lo creen, para ellas es como si estuviesen soñando". Y como bien destaca la violinista, "han pasado de vivir el lado más cruel del ser humano a encontrarse con mucho cariño y solidaridad en Almería".


Un bebé en camino

María, embarazada de seis meses, tuvo que ser atendida durante el viaje a Rumanía. El estrés de la situación le provocó molestias que, dado su estado, creó preocupación entre sus familiares. "Estuve sin dormir mientras venía mi familia, preguntándome si ya habían cruzado la frontera, si estaban todos bien, con ella embarazada. Fueron momentos de mucho caos", asegura Nadia, que prefiere no pensar lo que durará el conflicto. Como todos sus paisanos, desea que todo acabe cuanto antes, pero no puede evitar pensar que el hijo de su cuñada, su futuro sobrino, "por suerte o por desgracia, tenga que nacer sin su padre cerca".


Por los más pequeños, tanto ella como las tres jóvenes familiares que acaban de llegar a Almería, saca fuerzas de donde parece que no las hay, tratando de crear un entorno agradable y normal para los niños. Para su sobrino Zakhar ya ha preguntado al consistorio vicario por clases de kárate y para la hija de Tatiana, Valeria, por las de gimnasia, con la mente puesta en que los críos comiencen a adaptarse a su nueva vida.




Solidaridad de los vecinos

Todos los vecinos de Vícar se han volcado para ayudar a su familia, a otras que acaban de llegar y ya se hace acopio de comida, ropa y medicamentos para las que están en camino. "En el Ayuntamiento nos facilitan la tarjeta sanitaria, sobre todo para la embarazada, y nos ayudan con la escolarización de los niños, porque esto parece que va para largo. Es de agradecer toda la ayuda que estamos recibiendo, como si fuesen de aquí", reconoce.


Destaca que "Jessica, la madre de una alumna, nos quiere pagar cinco meses de alquiler. Es precioso este gesto, ver como la gente responde. Por un lado no vemos nada más que crueldad y ahora ver esto, sin pedir nada a cambio, es para estar más que agradecidos a familia y amigos". Y es que, como suele decirse, uno recibe lo que da y estas ucranianas están dando también absolutamente todo para ayudar a su gente. Lo hacen colaborando con la Iglesia Evangélica en la Avenida Montserrat, en Almería capital, gestionando ropa, alimentos y medicamentos donados para que sean enviados a Polonia.




Últimas navidades en Ucrania

El pasado mes de diciembre, Nadia, su marido y sus hijos estuvieron en Ucrania con el resto de la familia. En aquel viaje, incluso llegaron a plantearse irse a vivir a Oleksandriya. Valoraron mudarse, establecerse en tierras ucranianas e iniciar una nueva vida en el país natal de la violinista de 37 años de edad. Pero el conflicto lo ha cambiado todo. Ahora es su familia la que sale de allí, la que busca refugio en suelo almeriense, huyendo de la pólvora rusa, de la destrucción y la miseria que está creando la invasión. "En muchos sitios ya no llega comida, incluso ha habido alguna muerte por no tener agua para beber", dice.


La situación es cada vez peor para un pueblo ucraniano que va a ser cada vez más numeroso en las próximas semanas en la provincia de Almería. "Ya han llegado más familias y sabemos que otras están en camino, por eso estamos pidiendo que la gente done sobre todo comida, medicinas y cosas para los bebés", afirma Nadia mientras trabaja con su hermana, cuñada y amiga llenando cajas de cosas necesarias para mandar para sus compatriotas, tanto para los que se han quedado en la frontera como para los que vienen a España, una 'desbandá' hacia diferentes puntos de Europa, Almería incluida, en pleno siglo XXI.






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