“Los almerienses han sido decisivos en la construcción de Cataluña”

Manuel Zaguirre ha sido secretario general de la USO y recibió la Medalla de Oro en el Trabajo

Emilio Ruiz
07:00 • 01 oct. 2018

Era Manuel Zaguirre un chiquillo cuando sus padres, Manuel ‘el de Anica’ (“Mi padre, con nueve años, ya tocaba el clarinete en la banda del pueblo”) y Ángeles, decidieron levantar su casa de Bacares y emigrar a Barcelona. Era el año 1952. Han pasado 66 años, pero, pese a su intensa vida, cada año siempre ha encontrado un hueco para reencontrarse con su tierra y con su gente. “Quien pierde los orígenes, pierde la identidad, pero no es mi caso”, dice.


Con 14 años, Zaguirre lleva a casa su primer jornal (acomodador en el cine Ducal) y con 16 empieza a colaborar con el PSUC repartiendo propaganda antifranquista. Con 18 años ingresa en el Banco Ibérico (“A mi madre se le metió en la cabeza que tenía que trabajar en un banco”) y allí es donde entra en contacto con la gente de la USO, donde ha sido casi todo. En 1971 dejó el banco para dedicarse por completo a lo que ya era su pasión: el sindicato. En 1972 es detenido, junto con nueve miembros del Comité Confederal, en el Convento de los Dominicos, de Alcobendas, y encarcelado en Carabanchel. Tras la muerte de Franco, es amnistiado. En 1977 resulta elegido secretario general de USO, cargo en el que ha permanecido durante 25 años.


El 27 de octubre de 2011 Manuel Zaguirre recibe la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo y en julio 2012 se jubila, que es un decir, pues continúa más activo que nunca. Actualmente colabora con diversas ONGs y movimientos sociales y dedica todo el tiempo posible a escribir y a atender invitaciones de diversos estamentos sindicales. Acaba de llegar de Perú. Sigue viviendo en Barcelona y es militante del PSC (Partit dels Socialistes de Catalunya). 



Buen cóctel: sindicalista, socialista, almeriense de Bacares… ¿y también catalán, no?

Hay una canción de Serrat, “Por las paredes”, que es la mejor historia de Cataluña. Es de 1978 y dura 13 minutos. Expresa la mirada mestiza y fraterna de un Serrat al que parió “una dulce criada de Aragón”. Termina así: “Mil años hace y unas horas / que con manos trabajadoras / se amasa un pueblo de aluvión. / Con sangre murciana y de Almería / se edificó una Exposición”, esto último en recuerdo a la Expo de Barcelona de 1929. La de Serrat es la Catalunya de todos. De quienes tienen ocho apellidos catalanes  o no tienen ninguno. La Cataluña de la gente del trabajo por encima de apellidos. La mirada con la que yo miré a Cataluña y a España y a su gente es la misma con la que miré a Bacares desde que vi la luz por primera vez. 



¿Qué ha pasado para que Cataluña llegue a esta situación?

En Cataluña siempre ha habido secesionistas, pero de forma residual. No era secesionista la ERC de Maciá, Companys o Barrera. Ni la CiU de Pujol y Roca. La eclosión separatista es reciente. Tiene su detonante en la sentencia del TC sobre el segundo Estatuto. Se volvió al agravio y al victimismo. Rechazando aquel Estatuto se perdieron 30 años futuros de estabilidad e inserción de Cataluña en el entramado institucional y convivencial de España.



¿Tiene solución el problema?

Sí, pero no con posiciones maximalistas. Los secesionistas deben abandonar toda esperanza de que dos millones de personas se impongan a cuarenta y tantos. No es democrático. No existe el derecho de autodeterminación al no ser Cataluña una nación colonizada, expoliada u oprimida. A sensu contrario, no es posible imponer que se evaporen dos millones de secesionistas, o que se les meta en la cárcel. Olvídenlo, no es democrático tampoco. No hay solución a la medida de los deseos máximos de cada parte.


¿Entonces…?

Si no hay solución unilateral que ignore al otro, hay que buscar un arreglo, en el mejor sentido de la palabra, para ir viviendo y conviviendo. Y eso no se construye a base de banderazos, sino a base de diálogo sincero, sentido común e inteligencia. Pirómanos de manual como los dúos Puigdemont-Torra, Rivera-Arrimadas o Casado-Albiol, dispuestos a que España se quede ciega con tal de que Cataluña se quede tuerta, o viceversa, por un puñado de votos, son la antítesis del sosiego que el conflicto demanda. 


No ha nombrado a su partido, el PSC, que a veces juega un papel un tanto ambiguo.

El PSC representó y aspira a seguir representando la centralidad política y social, es decir, un espacio vertebral que exprese la síntesis entre tensión nacional y solidaridad estatal, a la que me referí, y lo haga desde los intereses y aspiraciones de las clases trabajadoras y populares, autóctonas  o inmigrantes. La irrupción de este tsunami secesionista y su contraria han socavado grandemente esa centralidad. Son tiempos de polarización extrema y el PSC la sufre. Cuando se tensionan los extremos de manera tan brutal, las  posiciones centrales devienen en poco atractivas. Para alimentar los extremos basta con las vísceras. El PSC no va a cambiar de modo oportunista o electoralista esa vocación y esa naturaleza de centralidad. Cuando solo hay una política valiosa no cabe otra que perseverar en ella.


¿Se entiende en Cataluña la posición en el ‘procés’ de los ‘Comuns’ de Colau?

Los Comunes son un intento de síntesis vertiginosa entre los restos del PSUC, el ecologismo, el 15-M, Podemos y una nueva izquierda. Es muy difícil cuadrar ese círculo. Su buque insignia, el Ayuntamiento de Barcelona, lo están gestionando de pena. Lo de romper con el PSC por el qué dirán los secesionistas fue de aurora boreal. Pero peor sería que el secesionismo se cobrara la pieza del Ayuntamiento de Barcelona. El abandono de Xavier Domenech es una mala noticia para la política catalana y española.


Sin remontarnos a otros momentos históricos, ERC ha sido siempre un partido independentista, pero respetando las reglas del juego democrático. ¿Por qué ahora está tan radicalizado?

Alimentaron al tigre, se montaron en él, por este torpe e irresponsable oportunismo llamado electoralismo, y ahora no se atreven a bajarse por el lógico miedo a que los irracionales los tilden de “botiflers”, colaboracionistas. Pero lo que les pide el cuerpo y la mente es bajarse del tigre. Si hubiera que ponerle un apodo al tigre lo llamaríamos “puigdemont”, ese personaje valleinclanesco tan exótico, errático, tan carlista, tan de nuestra tradición  rocambolesca.


¿No cree que la salida de la situación pasa por un acuerdo ERC-PSC-Comuns?

Creo que sí. Estos tres partidos van a ser la palanca para sacar a Cataluña del hoyo y devolverla a la luz y a la realidad, sin necesidad de que nadie renuncie a sus sueños máximos. A ese eje-palanca cabría añadir a sectores racionales del catalanismo de derechas, la antigua Convergencia, que quiere lo mismo, pero también lo dicen “por lo bajini”.


Su partido, el Socialista, sigue creando desconcierto con el tema de los encarcelamientos. Iceta y Cunillera hablan de indulto. La vicepresidenta habla de no prolongar las encarcelaciones ¿Es eso normal cuando ni siquiera ha empezado el juicio?

Los presos y los “exiliados” son como la argamasa de victimismo y martirologio que une al secesionismo. Si estuvieran libres no tendrían más remedio que rendir cuentas de los desmanes cometidos. Estando en la cárcel o dando guerra por ahí fuera son la coartada, el programa y el mejor capital político de los secesionistas más extremos, con Puigdemont a la cabeza.


Este verano nos hemos vuelto a encontrar con nuestros paisanos almerienses de Cataluña. Están preocupados. Temen que les consideren extraños en la casa que han contribuido a levantar.

Almería y los almerienses han sido decisivos en la construcción de Cataluña en el último siglo. Y punto. Son los catalanes que vuelven en verano, que restauran sus casas familiares, que traen al pueblo niños nacidos en Cataluña, que por unos días cambian el habla y el acento para aproximarse al de sus padres y abuelos. A finales de los 60, coincidiendo con el cierre de las minas, había en Catalunya más gente de Bacares que en el pueblo mismo. Y esa proporción valdría también para el conjunto de la provincia. Es un fenómeno demográfico y socio-económico que está en la base del atraso endémico de algunas regiones de España y el enriquecimiento de otras, Cataluña como más destacada, cuya población se duplicó en el último siglo. Eso es riqueza de verdad.


En medio de tanto desánimo, ¿hay razones para el optimismo?

Algo se avanza, por encima y por debajo de la mesa. Los independentistas saben que pueden hacer muchas cosas con el poder autonómico que ostentan. Saben, también, que cualquier intento de vuelta a las andadas provocaría la vuelta del 155. La declaración de Joan Tardá, tildando de estúpidos a quienes quieren imponer la independencia cuando la mitad de la población no la quiere, es lo más racional que se ha oído en años. Si los políticos presos fueran absueltos en el juicio sería un diluvio de bálsamo sobre la situación, un arreón muy grande hacia una salida transversal que aislaría a los extremos estériles. Esta es mi voluntariosa opinión, pero lo que cuenta es la libre decisión de los jueces en un Estado de Derecho como es España. Entre el corto y el medio plazo no veo otra cosa que un compromiso para instaurar un Estatuto de Autonomía similar al que fue rechazado por el Constitucional. Entre el medio y largo, España en su conjunto debe abordar su reconfiguración integral, como nación y estado plurinacional, con reformas constitucionales en una lógica federalista. Al cumplirse 40 años de nuestra Constitución de 1978, afirmo su vigencia como punto de partida ineludible hacia esa España de todos fundada en tres valores irrenunciables, que deben ser nuestra mayor fortaleza como nación: la diversidad, la solidaridad y la justicia social con nuestros compatriotas más débiles.  


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