Netflix y ‘Los dos Papas’, en Almería

La tensa relación entre Benedicto XVI y Francisco tiene en Almería su reflejo

Adolfo González Montes y Antonio Gómez Cantero, los dos obispos.
Adolfo González Montes y Antonio Gómez Cantero, los dos obispos.
Álvaro Hernández
22:45 • 29 ene. 2023 / actualizado a las 23:07 • 29 ene. 2023

Con la muerte de Benedicto XVI, la pantalla principal de Netflix tiene en las últimas semanas una constante entre las películas populares del momento: ‘Los dos Papas’, ese largometraje de 2019 que juega a relatar la hipotética relación entre Francisco y Benedicto XVI, con una tensión más que palpable entre los dos personajes (brillantemente interpretados por Jonathan Pryce y Anthony Hopkins, respectivamente).



El tira y afloja constante entre un Ratzinger agotado y un Bergoglio idealista regala una colección brillante de conversaciones entre los dos Papas.



Desde luego, habría mucha más tensión y apenas conversaciones en el aún más hipotético caso de que Netflix apostara por rodar ‘Los dos obispos’ basándose en la actualidad de la Iglesia almeriense que, a decir verdad, está teniendo más tintes de ‘western’ o, a lo peor, de ‘thriller’ político con sotanas y alzacuellos.



No en vano, las conversaciones mantenidas a viva voz por Adolfo González Montes, obispo emérito de Almería, y su sucesor, Antonio Gómez Cantero, pudieron contarse con los dedos de una mano. Después, la relación se enfrió al nivel de comunicarse por correo electrónico y, finalmente, llegó la guerra fría. Mal asunto para hacer una película con estos mimbres.



Se puso la cosa más interesante cuando llegó algo de acción: que si los vecinos de una aldea se rebelan y le pinchan las ruedas al párroco, que si una auditoría contable desvela que el pozo financiero de la Diócesis es inabarcable, cruce de acusaciones (“la cifra no es real”, llegó a decir el emérito, que aún defiende el agujero como “inversión”), un sacerdote que huye a Málaga dejando atrás una fundación con luces y sombras, daños y víctimas colaterales, carteles de ‘Se vende’, un sacerdote que empieza a hacer vida de laico tras ser acusado de algo turbio y, de fondo, uno (o dos) grupos anónimos que reclaman conocer la verdad (como asumiendo que se les está mintiendo). Cómo gana una película de curas con un grupo anónimo. Esto va ganando puntos, y la fotografía de la situación al completo se sitúa a medio camino de lo dramático y lo cómico.



Lamentablemente, aquí se corta la película (por ahora). Tenemos el exilio (forzoso, cuentan) del emérito, y escaso éxito en las operaciones inmobiliarias llamadas a salvar las arcas de la Iglesia. Un panorama complicado, por no hablar de un auténtico patatal.



El podcast



Otra cosa que ha dejado la muerte de Benedicto XVI es un maravilloso podcast hecho por los compañeros de COPE. 


‘Benedicto XVI, el Papa de la tormenta’ es una maravillosa obra documental que, en 6 capítulos, radiografía bien a un Papa víctima de los prejuicios y que siempre tendrá como hándicap haber crecido entre las sombras que proyectan las populares figuras de San Juan Pablo II y el propio Francisco.


Pero más allá de un análisis de su papado y un detallado viaje a sus orígenes y sus logros, el podcast regala varios momentos únicos: los de un Papa pidiendo perdón. Y no una vez.


No en vano, Benedicto XVI pidió perdón cuando una polémica le salpicó por culpa de la difusión malintencionada de unas palabras suyas en las que, citando a una figura histórica, parecía hablar mal del islamismo (cuando hacía lo contrario en realidad). También pidió perdón a las víctimas de abusos, reconociendo “profunda vergüenza y gran dolor” (echándose a la espalda los crímenes y pecados de más de 2.000 años de Iglesia) y, finalmente, Benedicto XVI pidió perdón a quien haya podido dañar en su testamento, hecho público al fallecer.


Y volvemos a este rincón de la Iglesia universal. El podcast de COPE también sería corto si tratase del perdón entre ‘Los dos obispos’. 


Nadie duda de la gran talla episcopal de los dos prelados, pero todos somos humanos y quizás (solo quizás), hay algunas cosillas por las que disculparse ante “el pueblo de Dios que camina en Almería”. La primera de todas es, sin duda, la imagen que se está proyectando de la Diócesis de Almería, que más bien parece una comunidad de vecinos.


Y, además, deberían hacerlo ambos: el emérito salió de Ávila castigado (pero parece que no escaldado) y ha terminado dejándonos un pufo  que no vamos a ver solventado hasta el año 2051; el obispo diocesano niega ahora que haya división en la Iglesia de Almería, cosa que, sea de muchos o pocos, con nombres o anónimos, es tan obvia como que aquí Netflix tiene mucho material.  


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