Tenía 86 años y estaba 'escacharrá' me dijo la última vez que hablamos en la Sacristía de la Iglesia de Santa María de Los Ángeles donde su alma reinará por los siglos de los siglos. Para mí Carmela Pérez Iglesias siempre será la madre del cura. Don Alejandro hizo todo su apostolado recorriendo la provincia de Almería con su madre y los dos fueron inmensamente felices. Yo la miraba siempre porque me devolvía una sonrisa y una cara de ángel que no les puedo descifrar. Me decía al oído que no estaba bien, me anunciaba su marcha pero cuando su hijo aparecía le cambiaba la cara y todo era felicidad. Hasta el último de sus días ha sido una buena madre. Le querían todos los feligreses y cada día a las 7 de la tarde estaba puntual en su silla saludando a todos agradecida de que fueran a la Misa de su hijo. Hoy le vamos a dedicar una Misa a la madre de don Alejandro, el párroco de Santa María de Los Ángeles. El hombre que cada día abre las puertas del cielo a un barrio trabajador como lo fueron sus padres que ya no están a su lado.
Don Alejandro lo ha pasado muy mal con la enfermedad de su madre. Ha sacado fuerzas del alma pero le va a costar comenzar la Misa y al mirar a la columna no ver su madre esperando la palabra de Dios. Ha sido un buen hijo y para su madre el mejor cura del mundo porque formaron una pareja inseparable unidos por Dios por los siglos. Me enteraba en la Misa de San Ildefonso de la recaída de Carmela y el martes a las cinco y media cuando miro el móvil Álvaro Hernández me anunciaba la noticia. Cuánta tristeza perder a una madre. Un barrio obrero y cercano jamás la olvidará porque ha pasado por la vida, Carmela, derramando amor.
La Misa
Me costó mucho sacarla en LA VOZ de Almería. Don Alejandro me echó una mano pero Carmela nunca quiso ser protagonista. La vamos a recordar todas las Misas que vienen al entrar en la Iglesia de Santa María de Los Ángeles y no verla. Si, había que doblar la columna porque le gustaba estar de frente al altar y pasar inadvertida. Era feliz cuando iba su nieta a acompañarla y te daba la paz con las manos unidas. Yo al entrar la buscaba siempre y la saludaba y la despedía. Se llamaba Carmela como mi madre que perdía hace poco y era mi consuelo. Yo suelo ir los jueves y los viernes a la iglesia y allí estaba ella con las feligresas que siempre le arropaban. La última Misa como todas las que vienen van a llevar el sello de Carmela porque la vamos a seguir buscando y qué decir de don Alejandro cuando no la vea en el sillón de la columna. Cuánta pena perder a una madre. La edad no importa: no hay consuelo.
Puerta Purchena
Hace unos meses con motivo de los 100 años de la Cadena SER en la Puerta de Purchena venía Carmela con su nieta del brazo. Salté y me quité los auriculares para darle un abrazo y preguntarle qué hacía por el corazón de la ciudad. Se apartó de su nieta y me dijo al oído: "Vengo del médico, no estoy bien, Estoy 'escacharrá' pero vamos a ver". No tenía buena cara y se la notaba triste. le dije a su nieta que la cuidara mucho y esa semana no faltó a Misa. Siempre conectada con Dios y recibiendo la palabra de su hijo como sacerdote. Le acompañó a lo largo de su apostolado. Carmela hacía mejor cura a don Alejandro porque ella vivía para su familia y para Dios. De rodillas antes de la Misa y en su sillón después nunca me marché del templo sin despedirme de ella. Era como ver de nuevo a mi madre. Carmelas las dos.
Sacristía
Un día al entrar a la iglesia no la encontré en su lugar. Miré hacia atrás y estaba sentada en la sacristía a oscuras y pasando inadvertida. No la quise molestar pero al acabar la Misa fui a darle dos besos y esta vez noté que iban a ser los últimos. Su mirada era de despedida, sabía que Dios la estaba llamando y no quería dejar a don Alejandro. Me dijo que no estaba bien y esa noche se caía en la cocina y la ingresaron. Su hijo dijo la Misa más difícil de su vida y nos abrazamos en la sacristía. Los dos notábamos que Carmela se estaba marchando de este mundo y la fuerza del cielo podía con todo. El final ya lo saben ustedes pero cuánta pena da perder una madre. Cuando perdía a la mía encontré consuelo en don Alejandro y ahora yo no se como corresponderle. Sirvan estas líneas con el corazón para levantarle el ánimo y que vuelva a ser ese cura del que se sentía tan orgullosa su madre.
No hay consuelo, padre. Un beso mamá.
Está en el Tanatorio Portocarrero y la Misa será en la Iglesia de Los Ángeles este miércoles a las 10 de la mañana.
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