El Lugarico: Doce horas en Kiev

La memoria de una ciudad resplandeciente con una democracia en vías de consolidación

Plaza Maidan, en Ucrania.
Plaza Maidan, en Ucrania. Europa Press
Francisco Giménez-Alemán
20:59 • 11 mar. 2022

La arquitectura de la ciudad antigua de Kiev ha sobrevivido solo en parte al dominio soviético. La mejor prueba de esa resistencia es la plaza de Maidán, convertida estos días a través de los pedios de comunicación en un auténtico icono de la libertad de Ucrania. La columna de 61 metros de altura coronada por una Victoria que arquea en sus manos una ristra de rosas, fija enseguida la atención del visitante, aunque sea en el fugaz paseo que tuve ocasión de disfrutar cuando el 1 de julio de 2012 viajé a Kiev para asistir a la final de la Eurocopa de fútbol en la que la Selección Española venció 4-0 a la de Italia. Inolvidable partido en el Estadio Olímpico de la capital ucrania cuajado de los colores de nuestra bandera en tarde triunfal.



Nuestra historia en Ucrania había comenzado veinte días antes cuando el departamento de Comunicación de Iberdrola, patrocinadora de la Selección, nos había invitado a un grupo de periodistas al primer encuentro de España contra Italia en el Arena de Gdansk (Polonia), la ciudad mundialmente famosa por haber sido el teatro de operaciones de Lech Walesa, un modesto electricista fundador del Sindicato Solidaridad, líder que cambió la historia de su país y Premio Nobel de la Paz en 1983. El equipo de Vicente del Bosque empató a un tanto con los italianos y, entre bromas y veras, le hicimos prometer al responsable de Comunicación de Iberdrola, José Luis González Besada, que fletaría otro avión para llevarnos a Kiev si España llegaba a la final, como así fue y precisamente también contra Italia.



Y promesa cumplida. El domingo 1 de julio de 2012 los mismos viajeros volamos desde Barajas a Kiev, a donde llegamos a mediodía, justo con el tiempo de ver la ciudad desde el autobús y almorzar en pleno centro donde tuvimos ocasión de degustar lo mejor de la cocina caucásica. Por cierto, me tocó sentarme a la mesa donde estaba la esposa del seleccionador, ya marquesa de Del Bosque, y su hijo Alvarito, con los que tuve una animada conversación. Café sin copa ni puro, y de nuevo al autocar para dirigirnos al Estadio Olímpico donde nos esperaba un encuentro glorioso con millares de aficionados llegados de España y de Italia que ponían color al espectacular coliseo deportivo en cuyo palco se sentaban el entonces Príncipe de Asturias, hoy Rey Felipe VI, y el presidente Rajoy, junto al jefe del Estado ucranio, Víktor Yanukovich. El partido fue un paseo militar para nuestra Selección que goleó a la italiana con cuatro tantos de Silva, Jordi Alba, Fernando Torres y Mata y una gran actuación de Iker Casillas, vigilado desde la tribuna por su entonces novia Sara Carbonero.



Gol de Iniesta



Y con el regusto que deja un gran partido, de nuevo al aeropuerto para volar a Madrid dando por finalizada una jornada inolvidable para el fútbol español que consagró definitivamente a su entrenador, quien dos años antes había conducido a la Selección a ganar el Mundial de Sudáfrica frente al conjunto de Países Bajos. ¡Gol de Iniesta!



Pero el recuerdo del viaje a la capital ucrania no tiene otro objeto que traer e este Lugarico la memoria de una ciudad resplandeciente con una democracia en vías de consolidación a la que la Copa de Europa compartida con Polonia trajo mayor proyección internacional y un salto cualitativo en su percepción como un país perfectamente homologable con los de la Unión Europea. Lo que apenas tuvimos tiempo de ver en esas doce horas de visita en Kiev fue la otra parte de la urbe diseñada durante los 57 años de la etapa soviética con sus mazacotes de edificios comunales y su trazado de calles lineales que bien pudieran ser la misma imagen de la capital rusa en los peores tiempos de Stalin. Hago hoy memoria de aquellos edificios entrevistos al paso del autobús y me pregunto si el futuro de Ucrania será una vuelta a la época más oscura de su historia reciente, cuando el comunismo había aniquilado hasta el último vestigio de libertad y la vida en un régimen tirano y opresor era lo más parecido a la antesala del averno, descrita por el Dante en su inmortal Divina Comedia.



Y simultáneamente se me viene a la cabeza aquella canción de Pablo Milanés referida a Santiago de Chile tras el golpe de Estado de Pinochet: “Yo pisaré las calles nuevamente…”, que llegó a convertirse como en un gran himno contra la dictadura y cuya melodiosa cadencia de son cubano es perfectamente aplicable a lo que está sucediendo en Kiev, la capital ucrania ejemplo de heroísmo ciudadano como lo fueron en su día tantas naciones sobre las que de manera implacable fue cayendo el telón de acero. No puedo por menos que sentir una profunda emoción al recordar aquella fugaz visión de la plaza Maidán con su esbelta columna conmemorativa de la independencia después de ser abolida la República Socialista Soviética de Ucrania.




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