El Lugarico: Nunca bajaré a los refugios

“La exposición de los Refugios inaugura en Almería el género de la fotografía teatralizada”

Los refugios subterráneos de Almería fueron diseñados por el arquitecto local Guillermo Langle Rubio.
Los refugios subterráneos de Almería fueron diseñados por el arquitecto local Guillermo Langle Rubio. Fran Silvente
Francisco Giménez-Alemán
20:59 • 11 feb. 2022

Ni padezco claustrofobia ni me daría miedo descender con Julio Verne hasta el centro de la Tierra, pero jamás he bajado ni bajaré a los refugios antiaéreos de Almería porque desde niño tengo el recuerdo de lo que me contaban en casa: el sufrimiento de miles y miles de personas hacinadas en aquellos largos y tétricos pasillos para evitar los criminales bombardeos de la aviación franquista.



Nunca visitaré ese museo del horror que padecieron los almerienses durante la guerra civil, por muchas veces que amigos y compañeros me han invitado a recorrer al menos una parte del subterráneo que tantas muertes evitó desde 1937 hasta el final del conflicto.



De ahí que me haya parecido magnífica la idea del Ayuntamiento de sacar los refugios a la superficie a través de esa exposición al aire libre que se puede ver en la plaza José Fernández Torres “Tomatito”, entre la tapia de los aljibes y la cristalera de entrada al subterráneo. Se cumplen 85 años de la construcción de los refugios por tres grandes especialistas: Guillermo Langle, arquitecto municipal; José Fornieles Ulibarri, ingeniero de Caminos, jefe de Obras Públicas, y Carlos Fernández Celaya, ingeniero de Minas, los tres capitaneando a varios centenares de obreros, muchos voluntarios, y con las aportaciones de empresas y organismos oficiales que querían así proteger a la población del diluvio de obuses. En total cayeron 754 bombas durante los tres dantescos años. Cientos de veces, en las conversaciones familiares, salían a relucir los refugios y alguna vez tuve ocasión de escuchar ciertas referencias directas de José Fornieles, primo de mi padre y frecuente contertulio a la hora del aperitivo en el bar Imperial. 



La exposición conmemorativa de los 85 años de los Refugios de la Guerra Civil inaugura en Almería el género que se ha dado en llamar de la fotografía teatralizada. El escritor Fran Camus y el fotógrafo Alfredo Felices han tenido la genial idea de recrear con figurantes la vida de aquella amarga etapa en los refugios, con lo que logran humanizar en imágenes esos pasadizos y acercar su intrincado itinerario de más de cuatro kilómetros a los ojos del espectador e incluso del turista que no tiene ni la más remota referencia de la crueldad que se vivió en España. No es solamente didáctica esta muestra divinamente presentada; es incluso un testimonio sentimental cuando empiezan a quedar muy pocas personas que puedan tener memoria de la huida al refugio cada vez que sonaban las sirenas alertando de la llegada de los aviones asesinos. Las escenas recreadas a lo largo de 24 fotografías de gran tamaño logran hacer revivir momentos terribles en los refugios, en los que no faltan instantáneas de las costumbres y los usos de cada día, de los juegos infantiles, del dolor, de la enfermedad y… del amor, imposible de destruir con la más potente de las bombas. Y los textos de acompañamiento de Fran Camus que son como pequeños poemas de escolta a las imágenes: ”El techo tiembla, ojalá no sea frágil como castillo de arena”. O este otro: “Venid, jugad conmigo. Sois mis amigos por azar y os regalo mi sonrisa. Venid, jugad conmigo, unamos corazones y el mundo será nuestro”. Es pura poesía en plena calle. “Muros de esperanza que esconden roces de manos buscando desesperadas el triste amparo de la soledad”. Seguro que José Ángel Valente quedaría extasiado contemplando esta muestra verdaderamente extraordinaria.



Los refugios estuvieron cegados durante muchísimos años. La gente de Almería sabíamos dónde estaban las bocas de entrada, algunas de ellas taponadas por quioscos de prensa y de chucherías en el Paseo, en Conde Ofalia, en la plaza Urrutia y de la Virgen del Mar, y otras muchas sencillamente clausuradas y enlosadas. Fue un acierto por parte del Ayuntamiento que presidía Luis Rogelio Rodríguez Comendador sanear y habilitar estos espacios desconocidos para la visita turística y a la que han ido bajando a lo largo de los años millares de almerienses, entre los que, como digo, no me cuento. Luego se recreó hasta un quirófano, cedido por la familia del gran cirujano Eusebio Álvaro, con el que los visitantes pueden hacerse una idea de lo que era aquella situación estresante para los que llegaban malheridos y no había otra solución que operarlos allí mismo. Nuestra ciudad fue la última en ser ocupada por las tropas nacionales, aunque como bien lo ha estudiado Rafael Quirosa-Cheyrouce, algunos días antes incluso militares, falangistas y personas de la derecha habían ido saliendo a la calle y tomando posiciones para facilitar la entrada del Ejército de Franco. Pero ya habían cesado los bombardeos y los refugios empezaban a entrar en la zona de los peores recuerdos.



Aunque jamás he bajado ni bajaré a los refugios, alabo esta iniciativa de Carlos Sánchez, concejal de Promoción de la Ciudad, porque supone un intento de musealización de nuestros hitos históricos para que no se diluya en el tiempo por venir la memoria colectiva del pueblo almeriense.






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