“El ojo clínico es la sabiduría práctica del médico, un atajo de la experiencia”

Entrevista a Bartolomé García, miembro de la Real Academia de Medicina de Murcia

Bartolomé García Pérez
Bartolomé García Pérez La Voz
Miguel Cabrera
07:00 • 13 ene. 2019

“El ojo clínico es la sabiduría práctica del médico, un atajo de la experiencia”



Apenas un año después de ser nombrado jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca, el facultativo almeriense Bartolomé García Pérez (Albox, 1957) ha ingresado en la Real Academia de Medicina y Cirugía de la Región de Murcia, con un discurso sobre el ojo clínico.



El nuevo académico  fue presentado el pasado 20 de diciembre en el acto de ingreso por un amigo de la infancia, el prestigioso psiquiatra Francisco Toledo, quien nació en el mismo edificio de Albox que Bartolomé, y quien, junto a un selecto grupo de facultativos del mismo municipio almeriense, también pertenece a la Academia murciana. Su discurso de ingreso se refirió a algo en lo que está considerado por todos sus colegas como un experto de primerísimo nivel: “El ojo clínico: sabiduría práctica”.



¿Qué es el ojo clínico?





El ojo clínico es  la sabiduría práctica del médico, es decir, hacer inconscientemente lo que aprendimos conscientemente tras haber tratado a cientos de pacientes. A pesar de su importancia para la medicina, sobre este concepto hay poco escrito. El término más cercano sería el de  la intuición. Tenemos el razonamiento analítico, que usa la razón, y el intuitivo, en el que se utilizan unos atajos basados fundamentalmente en la experiencia y en la intuición, y que te llevan, por ejemplo, a ver un paciente entrar por la puerta, y a tener  ya en los primeros segundos un avance de diagnóstico. Lo más semejante al ojo clínico sería la intuición clínica, que es directamente proporcional a la experiencia.






Usted es reconocido por sus enseñanzas a las nuevas generaciones de médicos. Pero, ¿el ojo clínico se puede enseñar?




 La intuición y el ojo clínico no solo se pueden enseñar, sino que se deberían. Algunas veces, el médico debería enseñar esos atajos intuitivos que uno aprende con el tiempo, y que muchas veces nos los guardamos. Los médicos deberíamos ser más generosos a la hora de transmitir esos ‘secretos’,  que hemos aprendido por la experiencia. El conocimiento  el pensamiento es intransferible y único, nadie aprende por cabeza ajena, tu tienes que estudiar también, es evidente, pero si se te aconseja bien, si la experiencia de otro puede servirte, podrás tener un conocimiento mayor.


Estas ideas encajan en su visión humanista de la medicina.


Un médico que no sea humanista no puede ser médico, por mucho que tenga todos los títulos que quiera. El médico tiene que comprender, respetar, no hacer daño y, si es posible, ayudar. Generalmente somos así, pues por definición, en un médico no cabe no ser humanista.


Pero en estos tiempos en los que incluso las universidades arrinconan a las Humanidades, ¿que futuro tiene el humanismo en la medicina?


Ahora, los médicos cada vez dependemos más de la burocracia, y veremos cómo la inteligencia artificial, si nos descuidamos, nos superará. Llegará un momento, en un mundo no muy lejano, en el que, igual que tenemos un siri en el iphone, tendremos una especie de siri médico, al que dirás que te duele la cabeza y en el 80% de los casos te resolverá el problema casi mejor que un médico, y en el otro 20% te mandará a urgencias. Estamos muy cerca de que ocurra algo así.


¿Pero esto será positivo, o se nos irá de las manos?



Todo es positivo si se sabe utilizar. Si se utiliza como una herramienta complementaria al médico, por supuesto que será positivo.


Su ingreso en la Academia murciana llega tras casi 36 años de profesión, de docencia universitaria, de innumerables trabajos científicos y de numerosos reconocimientos, entre los que se encuentra el Premio Nacional de Cardiología. ¿Con qué se queda?


He disfrutado con todas mis facetas, tanto la investigadora, como la docente y la asistencial. En la docencia, tanto en la universidad pública como en la privada. Tuve la suerte  de trabajar -como médico de familia- en Senés, Velefique, en Vera, con mi primo Indalecio, que fue quien me dio la alternativa, durante mis dos primeros años de ejercicio como médico. Después también tuve la suerte de trabajar en urgencias.


Pero lleva ya muchos años como internista.


Sí. Soy internista, trabajé en urgencias, donde pude formarme y aprender con el ojo clínico, para lo que es importante ver a muchos enfermos  e intentar ayudarles. También he trabajado en la UCI, y en Medicina Interna, que para mí, junto al médico de familia, es el ‘médico médico’. El internista es como el médico de cabecera de un hospital. Cuando un cardiólogo asiste un infarto,  trata del infarto, pero si al mismo tiempo el paciente tiene un problema del riñón, o tiene fiebre, a quien llaman para que lo analice todo en su conjunto es al internista. Somos los que acompañamos al paciente y damos una visión integradora. No solo nos fijamos si tiene una mancha en la piel, sino que vemos en su conjunto, como un puzle,  para dar una visión global.


¿A quién dedica su ingreso en la Academia?


A Ana, mi mujer, y a mis padres, Martín García Ramos, el maestro de todos. Ciencia y humanidad. Y Catalina Pérez Gómez, el mejor ‘ojo clínico’. Para mí, junto a mi mujer y mis hijos, mi padre es la persona más importante de mi vida y quien ha ejercido la mayor influencia positiva. Aunque sus ocho  hijos hemos salido medio dignos de él, ninguno le llegamos a los tobillos.


¿Usted, de pequeño quería ser médico?



Mi primera vocación fue la de ser futbolista. Ahora, si me preguntan si hubiera cambiado la profesión de médico por la de futbolista, diría sincera y claramente que no. Pero si no hubiera sido médico, habría querido ser  futbolista, sin duda.. Jugué en el Albox cuando subió a Preferente, aquello fue una historia  impactante para el municipio, cuando tenía 16 años. Pero cuando me fui a la Universidad de Granada, el fútbol pasó a un segundo plano y se convirtió en un hobby.


Y sus hijos, ¿han seguido sus pasos?


 Mi hijo mayor, Martín, siguió mi primera vocación, fue futbolista. Ahora es abogado especialista en derecho deportivo y desde hace tres años es director general del Leganés. Mi hija ha seguido mi ‘segunda’ vocación, la medicina...


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