Ana Julia, la maldad escondida tras la sonrisa

Ana Julia Quezada, presunta autora de la muerte de Gabriel Cruz.
Ana Julia Quezada, presunta autora de la muerte de Gabriel Cruz. La Voz
Guillermo Mirón
13:29 • 12 sept. 2018

Al igual que Ángel Cruz, el padre de Gabriel, yo fui uno de los muchos que elegimos el bar ‘Black’ de Las Negras para disfrutar de la desconexión que ofrece este rincón -al igual que cualquier otro- del Parque Natural de Cabo de Gata. Y, al igual que Ángel, no fui, no fuimos, capaces de ver tras la sonrisa de Ana Julia (al igual que en la de su pareja, llegada con ella desde Burgos), más intención que la de agradar a un nuevo par de clientes.



Ana Julia siempre se mostraba atenta, cercana, una persona confidente y que, acrecentada la confianza tras varias visitas, no dudaba en compartir temores y dudas que para nada hacían sospechar una intención oscura en su quehacer diario. El manido tópico almeriense de la falta de atención o amabilidad con el cliente en según qué establecimientos no cabía en este caso. Incluso transmitía la aparente fortaleza de una mujer que se había hecho a sí misma; aunque todos desconocíamos el ‘cómo’. Y hasta se mostraba dubitativa. Pedir consejo a unos clientes sobre la conveniencia de acudir o no a una boda de una tercera persona (amiga de su nueva pareja, Ángel, a quien que por entonces acababa de conocer) nunca ha sido motivo para dilucidar extraños objetivos vitales en ningún ser humano. Hoy, el recuerdo de sus constantes  sonrisas se convierten en cuchillos de frustración que atraviesan el pecho. Cuesta saber el porqué. Frustración por no haberlo intuido; por no haber llegado al fondo de sus verdadera motivación (si es que estas se escondían en el fondo)...  



Hoy, tras la polémica con ‘Andy y Lucas’ y las últimas noticias en torno al caso del pequeño Gabriel, vuelvo a leer incrédulo mensajes con reproches contra Ángel (al igual que los hay contra la madre, Patricia) por no haber sido tampoco capaz de adivinar, intuir o pronosticar de algún modo que convivía con la persona que le robaría lo que más ha amado en su vida. Traspasando, incluso, el límite del civismo y el respeto entre semejantes hay quien no duda en dar clases ‘exprés’ de duelo y dolor mediante las redes sociales



Se hace fácil encontrar en las redes sociales ofensas al padre por haber convivido o haberse enamorado de una u otra persona. Pero hasta el momento nadie ha sabido cómo adelantarse a un presunto o a una presunta psicópata antes de que actúe y se despoje de su careta.



Precisamente el psicópata norteamericano Ted Bundy, condenado en 1979 por asesinar al menos a 36 personas era tajante. “La sociedad quiere creer que puede identificar a la gente malvada o mala, pero no es así. No hay estereotipos”. Y así es. La barbarie no entiende de estereotipos.






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