El restaurante del Levante almeriense donde los caracoles son religión desde 1973
Este templo en Turre mantiene las mismas recetas de su fundadora Adelina Cervantes

La fachada de Casa Adelina en Turre.
Más de medio siglo después de que abriera sus puertas como un modesto bar de tapas en Turre, Casa Adelina sigue encantando a todo el que prueba su comida y, especialmente, sus caracoles que son ya patrimonio gastronómico del Levante Almeriense. En el bar se han sentado generaciones enteras, desde los agricultores de la zona hasta los británicos de Cortijo Grande, buscando esa cocina de siempre.
Su historia comienza en 1973, cuando Adelina Cervantes, una mujer adelantada a su tiempo, decidió apostar por lo que mejor sabía hacer: cocinar.
Con su marido Juan Martínez a su lado y un puñado de recetas heredadas del recetario de toda la vida almeriense, puso en marcha lo que entonces era un bar con raciones sencillas y mucha vida. Lo que vino después fue una evolución natural: de una modesta barra se pasó a un gran comedor para acoger a la enorme demanda.
Un legado que continúa
Hoy, son sus hijos —Antonio, Pilar y Adelina— quienes mantienen viva la esencia de aquella casa. “Nosotros seguimos con la misma comida que hacía mi madre, con mucho sacrificio y esfuerzo”, explica Pilar.
Y sí, los caracoles siguen siendo la estrella de la carta. “Todas las mesas los piden”, asegura Pilar contenta. Pero junto a ellos, desfilan los platos que definen Almería: los gurullos, el trigo, las migas, las pelotas o la fritá. También hay pescado fresco, que viene directo de ese Mediterráneo que se encuentra tan cerca, y carnes de la tierra, como conejo o cabritillo.
Pero lo más importante, y lo que no falla nunca, es el aval del cliente: “la mayoría de los clientes se van contentos y vuelven, porque este restaurante es una casa familiar donde tratamos a las personas con mucho cariño y con mucho esmero”, añade con emoción.
Puedes comprobar por ti mismo ese sabor tradicional almeriense de Casa Adelina en sus instalaciones en la avenida Almería, en Turre, para así entender el motivo por el que el restaurante continúa abierto desde hace más de cinco décadas.