En la liturgia es tan importante Su Santidad Morante I como los acólitos. Se trata de conservar el conjunto de ritos y ceremonias que establece el orden y la forma de las celebraciones. Y para ello suman los que tanto montan como los que montan tanto. Como comprobamos ayer martes las más de 6.000 personas que llenaron la plaza de toros de Almería.

Como maestro de ceremonias Ruiz Manuel atento, risueño y con la planta que aún conserva de las tardes míticas de los 90. Y junto a la sagrada cátedra las hechuras de cuatro novilleros de la escuela taurina municipal que con tanto éxito dirige.

Novillos de Salvador Gavira. Pelajes variados y embestida noble para lo que se trata: lucimiento de los chavales y espectáculo en el tendido. Con la cara abajo y una embestida tan agradecida que al propio ganadero le gustó mucho el último.

El primero, precisamente, se lo dedicó Dennis Martín y le cortó dos merecidísimas orejas que le abrieron la puerta grande. Un gran novillo que fue muy bien interpretado por los aficionados y que Dennis Martín supo leer confirmando el buen momento que corre. Las puertas grandes y trofeos que ha cortado estos años no son flor de un día. Martín desplegó un repertorio muy torerista y muy del gusto del respetable que reconoció todo (estocada hasta la bola incluida) con bronca a la presidencia reticente a la merecidísima segunda oreja que tuvo que conceder. En los tendidos, la confirmación de que Dennis Martín es a día de hoy la apuesta segura de los empresarios: lleva gente a la plaza y no defrauda. Y muchos de estos aficionados que le siguen desean verlo ya debutar con picadores.

Héctor Morales se enfrentó al segundo de la tarde con la puerta grande de Roquetas hace apenas un mes aún en la memoria. Se lo brindó a Dennis Martín, compañero de triunfos aquella noche en la feria de Santa Ana y desplegó muletazos interesantes. No hay que perder de vista en ningún momento dónde estamos, una clase práctica. Y de eso mismo ha andado sobrada la tarde. De clase de unos alumnos que tienen hambre de bregar con más frecuencia.

Antonio Ortega, de elegantes maneras y torería despachó al tercero bajando bien las manos cuando había que bajarlas y dándole recorrido a un novillo que se dejaba acompañar.

De últimas, Pablo Sánchez reivindicó su toreo clásico. Toreó muy bien, se mantuvo cuando otro se hubiera descompuesto y terminó matando al mejor novillo de la noche.