A Manuel Pleguezuelo Sánchez
“Pido a Dios que le dé un gran premio”
Diego Alonso Berbel
Fuimos compañeros en la escuela de D. Torcuato cuando teníamos 7 años. Aquel maestro tenía la costumbre de dividir su clase en dos secciones: mayores y menores. Nosotros pertenecíamos a la segunda. Los alumnos nos situábamos en círculo, alrededor de la mesa del maestro, de acuerdo con el comportamiento de cada uno. Pleguezuelo siempre ocupaba el primer lugar. Detrás de él había futuros hombres de carrera universitaria, pero Manuel no hizo el Bachillerato con nosotros, porque su padre era Guardia Civil y ganaba poco dinero. Pasamos a la clase de D. Diego Fábrega y él seguía destacando entre todos. Lo admirábamos. Salidos de la escuela, entró en las oficinas de la Delegación de Sindicatos, donde rápidamente aprendió a escribir a máquina con los diez dedos y a gran velocidad. Se casó con una prima mía y han tenido 7 hijos. Consiguió hacerse Graduado Social y creó una gestoría, que le ha permitido estar en contacto con mucha gente y ser amigo de todo el mundo. Ayer me dijeron que había muerto y yo sentí que algo muy personal se me escapaba. Ahora recuerdo sus risas, cuando el día de mi santo fui obsequiado en la escuela de D. Diego, por llamarme igual que él, con un chupete que iba envuelto en una multitud de papeles, a los que no daba fin por muchos que desliara. En Albox Hemos vivido en la misma casa de Albox. Mi familia estuvo de alquiler durante 20 años. Luego llegó Manuel con mi prima Juana, recién casados, y allí han criado a sus hijos. Por eso cuando paso por la puerta la miro con nostalgia, y me acuerdo de mi amigo Manuel Pleguezuelo. Pido a Dios que le dé un gran premio, al hombre generoso que supo hacer de su vida un servicio a los demás.