La Fiesta tendrá futuro mientras los tendidos se llenen para ver la ilusión
Gran actuación de los almerienses Cabrera, Roldán y Magaña y del jerezano Ignacio Bonmati

Cabrera y Bonmatí abrieron la Puerta Grande.
La Plaza al unísono clamando “torero,torero” al paso de Cabrera dando la vuelta al ruedo se mezcló con los aplausos para Francisco Morales, que regresaba de la enfermería con el vestido manchado de sangre y ese gesto de seriedad serena de os toreros. La clase práctica de la Feria de Almería es también una especie de ejercicio para el público almerienses, que pone en práctica sus emociones. Sus emociones taurinas. Ningún espectáculo atrae a siete mil personas para ver a aspirantes. Eso es una prueba contundente de que la Fiesta esta ahí. Es una realidad que no sabe de ejercicios especulativos ni de placebos morales. Los toros estaban antes que muchas otras cosas y por eso no hay manera de someterlos a ningún método de análisis que no le competa.
La Escuela Taurina Municipal de Almería que dirige Ruiz Manuel con la colaboración de El César como profesor es un magnífico argumento de este hecho.
A Cabrera se le nota que el vestido de torear le inyecta en la sangre un poderoso estimulante cuyos efectos termina contagiándose al publico. Su eral salió con tanta raza como querencia por las tablas y afán por defenderse y el almeriense estuvo resolutivo y, como no, exultante con las banderillas.
Después de lucir taleguilla a puertagayola y flamear el capote con generosidad, puso dos pares de un personalísimo quiebro que parece casi imposible rematando el tercio asomado al balcón. Con la muleta, resolutivo, tapando las carencias de su enemigo y dejando algunas de sus virtudes a un lado, siempre en aras de poner los tendidos boca abajo.
A su compañero de la Escuela Municipal Taurina de Almería Sergio Roldán también le esperaba idéntica experiencia. “Torero, torero” se escuchaba en la Plaza cunado ya estaba culminando su faena de muleta. Sergio hizo su toreo de fundamento, después de haber puesto a punto de ebullición al repetable con unos pares de banderillas en los que arriesgó más de lo que estaba en condiciones de asumir. Sin embargo, su corazón torero pudo más y, salvo algún susto sin consecuencias, saldó en positivo su cita con la Feria de Almería.
Cerró plaza José Magaña, que brindó la muerte de su eral a su tío abuelo Ramón. Pero, la suerte no le acompañó y sus irrefrenables ansias de triunfo se desdibujaron en una faena salpicada de sobresaltos y que, no obstante, permitieron conocer su temperamento torero.
Bonmati
El jerezano Ignacio Bonmati dejó prendada a la afición más exigente con su toreo vertical y preciso, cargado de sabor y de perfume a torería. El novillo que le echaron traía algunos defectos que sólo con firmeza y poder en la muleta se pueden superar, así Bonmati. Al final unas manoletinas limpias y sin retórica, pusieron en evidencia que acaba ba de cuajar a un novillo muy importante.
A Francisco Morales le cupo en suerte un excelente ejemplar de esos que dejan en ridículo a los toreros mediocres. En su condición de alumno, demasiado hizo con estar casi a la altura de su enemigo,que no paraba de arrancarse para tomar la muleta con clase y con casta. Morales ligó tanda tras tanda y siempre tenía a este excelente pupilo de López Gibaja dispuesto a seguir embistiendo. Pudo más el novillo, pero el novillero demostró que tiene fondo y maneras.
La otra cara de la moneda fue para el murciano Fernández de la Torre, cuyo eral salió escaso de casta, acabando por alejar al animoso alumno a de sus pretensiones de triunfo que tanto evidenció.