La Voz de Almeria

Economía

Turismo y empleo estacional, una radiografía del motor económico en verano

Pero tras la postal veraniega, el turismo es también reflejo de una economía vulnerable al calendario

Cada verano, las cifras de empleo mejoran. Las terrazas se llenan, las reservas hoteleras se disparan y el litoral español bulle de actividad.

Cada verano, las cifras de empleo mejoran. Las terrazas se llenan, las reservas hoteleras se disparan y el litoral español bulle de actividad.La Voz.

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El turismo representa más del 16% del PIB nacional estimado para este 2025, siendo durante años el salvavidas de muchas regiones, aportando unos 260.500 millones de euros al PIB del presente año. Sin embargo, a pesar de crear alrededor de 3,2 millones de empleos vinculados al sector (14,4% del empleo total), también plantea preguntas clave sobre sostenibilidad, dependencia y desigualdad en el empleo.

Un impulso temporal… con efectos permanentes

Se inicia cada mes de junio y termina aproximadamente a mediados de septiembre. Es en la temporada de verano cuando la economía española repite un patrón habitual, la subida de las contrataciones. Durante estos meses es inevitable la bajada de las cifras de paro y, como consecuencia, una reactivación del optimismo.

Los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA) muestran que en el primer trimestre del año (2025), se registró un aumento interanual de la contratación de 515.400, muchos de estos puestos ligados directamente a la hostelería, el transporte y las actividades recreativas.

El sector turístico sigue funcionando, año tras año, como un resorte económico bien engrasado, pero de corto plazo, movilizando recursos y empleo en cuestión de semanas e incluso días. Municipios costeros duplican o triplican su población. Las empresas del sector, desde grandes cadenas hoteleras hasta pequeños negocios familiares, respiran tras los meses de temporada baja. Pero también se enfrentan al desafío de contratar con rapidez, a menudo con condiciones precarias o de alta rotación. Y ahí comienza a vislumbrarse la debilidad del modelo.

En paralelo al auge estacional del turismo, el interés inversor también podría interesarse en las grandes empresas españolas que operan en sectores clave como el hotelero o el energético. Firmas como Meliá Hotels International, Amadeus, Repsol o Iberdrola reflejan, en parte, la evolución económica del país.

Es posible seguir el comportamiento de algunas de estas compañías en plataformas como las que permiten invertir en España con Plus500. No obstante, conviene recordar que los productos financieros disponibles en ella son complejos y conllevan riesgos significativos, por lo que no están dirigidos a perfiles sin experiencia. 

El lado frágil del milagro turístico

La economía estacional tiene una cara menos amable. Según Turespaña y el Ministerio de Turismo, la tasa de temporalidad en el sector turístico ha oscilado entre el 14,5 % y el 14,7 %, tanto a principios de 2025 como a finales de 2024. Y aunque la reforma laboral ha impulsado el contrato fijo discontinuo como alternativa, muchos empleados siguen encadenando campañas sin certezas a largo plazo.

Además, la presión sobre infraestructuras, servicios públicos y vivienda se multiplica durante estos meses, especialmente en ciudades que no han podido adaptar su modelo urbanístico a una demanda que ya no es sólo de visitantes, sino también de trabajadores temporales.

En comunidades como Baleares o Canarias, el coste de vida durante la temporada alta se dispara. Y en la península, ciudades como Barcelona, Málaga o San Sebastián viven un doble filo, puesto que el turismo dinamiza el empleo, pero encarece la vivienda, fomenta la gentrificación y tensiona la convivencia vecinal.

Dependencia y oportunidades de un sector vulnerable a los choques

Hoy, con el turismo recuperado de la pandemia de principio de la década y, en algunos casos, superando cifras prepandémicas, vuelve la urgencia de diversificar. Tanto la digitalización como la transición energética y, especialmente, la reindustrialización, estrategias a largo plazo, buscan reducir el peso del turismo como único motor económico del país.

No hay que prestarse a equivocaciones, no se debe apartar este sector o reducir su influencia, siendo como es un líder mundial, es una cuestión de equilibrio. Y es que, cuando el empleo depende tanto de un calendario, también lo hace la estabilidad social y la fiscalidad del país.

Pese a los riesgos, el turismo también abre nuevas oportunidades si se transforma. El auge del turismo sostenible, el interés por el patrimonio rural o el ecoturismo están impulsando modelos más equilibrados y menos concentrados en la temporada estival.

En este sentido, la digitalización del sector es fundamental. Acciones como el aumento de las reservas inteligentes y de las experiencias inmersivas son altamente eficaces, no en vano, aumenta el número de las agencias turísticas que invierten en este tipo de tecnologías, útiles para mejorar sus condiciones competitivas. También la inteligencia artificial y el análisis de datos comienzan a usarse de forma eficaz para anticipar flujos de visitantes, optimizar precios y gestionar recursos de forma eficiente.

Se trata de un proceso que genera nichos de empleo más estables, así como perfiles técnicos y de gestión más capacitados, abriendo nuevas ventanas de oportunidad económica. No es casual que empresas tecnológicas y plataformas de análisis se interesen por este entorno que, tradicionalmente, ha sido analógico.

El papel del Estado como regulador e impulsor

Los especialistas, empresarios y demás agentes relacionados coinciden en que la evolución del turismo y su impacto económico no debe dejarse solo en manos del mercado. El Estado tiene que tomar las riendas de este desarrollo, puesto que tiene un protagonismo elemental por su capacidad para ordenar, redistribuir y garantizar que el crecimiento no se traduzca en precariedad.

Los Planes de Sostenibilidad Turística en Destinos, financiados con fondos europeos, buscan precisamente apoyar a los municipios en la reconversión de sus modelos, diversificar la oferta, mejorar la formación del personal y fomentar el turismo todo el año. En paralelo, se plantean retos normativos urgentes, como regular los alojamientos turísticos, mejorar el acceso a la vivienda o reforzar el transporte público en zonas de alta afluencia.

La economía del turismo no solo se mide en pernoctaciones, sino también en calidad de vida para residentes y visitantes. Y ahí es donde se juega el verdadero éxito.

España mira al turismo como a un espejo devolviendo una imagen de dinamismo, color y vitalidad económica, pero también refleja las costuras de un modelo que necesita repensarse. El empleo estacional es síntoma de una economía ágil, pero también de una cierta inmadurez estructural.

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