Despiadada, cruel, inhumana, amarga, insufrible y todos los calificativos que se les quiera son pocos para medir el grado de frustración y rabia que sintió la parroquia rojiblanca almeriense presente en el Nuevo Estadio de Los Cármenes cuando un minuto después del 2-2 llegaba la puntilla a falta de sesenta segundos para el final.
Pero el fútbol es así de crudo y castiga sin piedad independientemente de los merecimientos que los equipos puedan argumentar.

Hasta las postrimerías del primer periodo el muro montado por el técnico del Almería dio sus frutos, pero bastaron 20 minutos de descontrol, los últimos diez de la primera mitad y los primeros diez de la segunda para que el Granada de José Luis Oltra se colocara con dos goles de ventaja, ambos evitables, en seis minutos negros para los visitantes.

El Almería se había quedado desnudo en Los Cármenes y todo parecía perdido. Entonces llegó la reacción. A base de casta, amor propio el Almería no se dio por vencido hasta el punto de igualar la contienda en el minuto 90. en la prolongación llegó la tragedia en una concatenación de fallos defensivos que llevó el éxtasis a la parroquia local y la decepción a la almeriense.

La primera derrota de esta nueva era de Lucas Alcaraz tiene algunas lecturas positivas. Quizás la más importante y trascendental es el paso adelante experimentado por el equipo en las acciones de estrategia. El primer gol fue de falta directa, el segundo al ejecutar un libre directo y entre ambos un remate al larguero de Motta en lanzamiento de estrategia realizado magistralmente por Nauzet. Una nota positiva para el futuro del equipo.