El ‘Yugo’ que se instaló frente al cine
El 31 de marzo de 1940 el periódico salió por primera vez de los talleres de General Segura

En marzo de 1940 el periódico Yugo se instaló en su nueva sede de la calle General Segura, donde estuvo durante más de treinta años.
El 31 de marzo de 1940 el periódico de Almería, el único que existía entonces, salió a la calle con un número extraordinario de 24 páginas para celebrar por un lado el primer aniversario de la victoria del ejército nacional en la guerra civil y por otro la inauguración de las nuevas instalaciones de ‘Yugo’, que acababan de trasladarse a la calle General Segura, al lado de la Rambla y enfrente del Salón Hesperia, que en aquel tiempo era el cine principal de la ciudad.
El ‘Yugo’, en aquellos años, sufría la escasez de materia prima y como había que ahorrar en papel solo pasaba de las cuatro páginas diarias, salvo en fechas señaladas que casi siempre estaban relacionadas con la propaganda política. El periódico entonces era un canto constante a Falange y lo más destacable que publicaba eran las noticias de servicio público como los bandos dirigidos a la población, las esquelas de los difuntos, las farmacias de guardia, los teléfonos de urgencia y la programación del Cervantes y del Hesperia, que eran los dos grandes cines de invierno. Quizá, la sección más fresca porque no pesaba sobre ella el peso de la censura, era la de deportes, donde en la misma página tenían cabida las victorias del Real Madrid y las crónicas de los equipos de barrio que eran la base del fútbol local de la época.
El número extraordinario del 31 de marzo de 1940 fue el primero que se elaboró íntegramente en las nuevas instalaciones de la calle General Segura, en el bajo de un edificio del siglo XIX que era propiedad de Emilio Pérez Manzuco, que desde 1947 a 1957 fue alcalde de Almería. Nadie como él vivió aquella experiencia que supuso el cambio de escenario del ‘Yugo’ y nadie como él sufrió los ruidos de la rotativa y el bullicio de los trabajadores nocturnos que algunas madrugadas armaban sus juergas particulares al terminar el trabajo y obligaban al señor Manzuco a tirarse de la cama y bajar en bata al periódico para echarles una bronca. Con el tiempo llegó a acostumbrarse de tal forma al sonido de la rotativa que los domingos, el día que no trabajan en el periódico, le costaba trabajo dormirse.
La nueva sede del ‘Yugo’ tenía la entrada principal por la calle General Segura, frente al Hesperia. Se accedía por un amplio portal: a la derecha, nada más penetrar, aparecía el despacho del director, y a la izquierda un habitáculo con mampara de cristal donde estaba el departamento de administración. Al fondo, frente a la puerta principal, destacaba la sala de redacción, compuesta por ocho mesas con sus correspondientes máquinas de escribir y un cuarto de pequeñas dimensiones donde años después se instaló el teletipo que recibía las noticias nacionales y del extranjero. La redacción se comunicaba con el taller, que a su vez tenía un portón que daba al malecón de la Rambla, por donde se metían las bobinas de papel que traían los camiones.
El periódico tenía dos vidas: la de redacción que empezaba por la mañana temprano y la vida nocturna de los talleres, las linotipias, la rotaplana y la rotativa. Se trabajaba durante 24 horas, hasta que de madrugada empezaban a salir del ‘horno’ los primeros ejemplares oliendo a tinta, hasta que llegaban los repartidores con las bicicletas y se cruzaban en el camino con algún redactor madrugador que en esos momentos llegaba a su puesto de trabajo.
La vida nocturna del ‘Yugo’ era otra historia. Las máquinas trabajaban sin parar en medio de una atmósfera tan cargada que en los meses de verano los operarios del taller se quedaban en calzoncillos para contrarrestar el calor que generaba el plomo fundido. Sin aire acondicionado y sin ventilador, allí no había otro remedio que desnudarse y echar mano del botijo del agua de Araoz, que también formaba parte del equipo.
La redacción tenía sus normas. Por las mañanas permanecía medio vacía, mientras los periodistas estaban fuera midiendo el pulso de la ciudad donde se generaban las noticias. El trabajo de escribir empezaba tarde, entre las cuatro y las cinco de la tarde, que era la hora en la que solían llegar los redactores. A esa hora empezaban a escribir sus artículos en las máquinas Hispano Olivetti que funcionaban con una armonía perfecta y que a última hora de cada jornada parecían echar humo cuando se acumulaban las prisas.
El trabajo de elaboración era lento y hasta la madrugada no se cerraba la edición. A las cinco de la mañana los periódicos salían de la rotativa y eran transportados hasta la estación para que cogieran el tren Correo de la mañana y los autobuses de los pueblos. El periódico se confeccionaba en la misma sede, donde estaba la imprenta y la histórica rotativa conocida como la ‘rotoplana Duplex’, que estuvo funcionando desde 1940 a 1974.
Cada noche, cuando los ruidos de la ciudad se habían apagado, cuando la calle General Segura y el Paseo se habían quedado vacíos, el ruido monótono de los talleres del periódico retumbaba como el corazón de un gigante en la soledad de la madrugada.
En aquellos años el ‘Yugo’ no salía a la calle los lunes, por lo que la noche de los domingos, cuando el cine Hesperia cerraba sus puertas, aquel rincón de la ciudad junto a la frontera de la Rambla se quedaba desierto.