La Voz de Almeria

Tal como éramos

La soñada Costa de Oro Almeriense

En 1960 las autoridades acuñaron el término Costa de Oro Almeriense soñando con ser el solarium de Europa

En 1960 se estudió el proyecto de arreglar la carretera de poniente y de habilitar el camino antiguo del cerro del Cañarete en una carretera paisajista con entrada por la Alcazaba o el Cerro de San Cristóbal.

En 1960 se estudió el proyecto de arreglar la carretera de poniente y de habilitar el camino antiguo del cerro del Cañarete en una carretera paisajista con entrada por la Alcazaba o el Cerro de San Cristóbal.

Eduardo de Vicente
Publicado por

Creado:

Actualizado:

1960 fue el año en el que nos tomamos en serio por primera vez que el futuro de Almería pasaba irremediablemente por ese turismo creciente que estaba trayendo riqueza a las costas del país. No habíamos terminado aún de digerir los turrones de la última Navidad cuando a comienzos de enero se organizó el Primer Consejo Provincial de Turismo, donde las fuerzas vivas de la sociedad iban a analizar la situación real de la ciudad y la provincia para convertirse en zona de atracción turística.

Al frente del consejo estaba el Gobernador civil, Ramón Castilla, uno de los grandes defensores de las posibilidades de Almería que puso sobre la mesa la idea de “la industrialización del clima”, o lo que era lo mismo, que en esta tierra fuéramos capaces de aprovechar las horas de sol de todo el año para atraer a los turistas extranjeros no solo en verano y levantar sobre este pilar fundamental una nueva economía. En aquella reunión se acuñó un nuevo término parecido al eslogan de Costa del Sol, el de Costa de Oro Almeriense, cuando se soñaba con ser el solarium de Europa.

El Primer Consejo Provincial de Turismo dejó algunas conclusiones que se consideraron básicas para empezar a dar los primeros pasos. Entre las medidas que había que abordar estaban: habilitar como carretera paisajista el antiguo camino de Aguadulce a Almería, el también conocido como camino viejo o camino romano, y mejorar la carretera que nos comunicaba con el poniente. Otra actuación que había que abordar si queríamos ser competitivos en turismo era la terminación de la carretera entre Almería y el Cabo de Gata por la costa y trazar una carretera costera que uniera el Cabo de Gata con Garrucha, con acceso a todos los lugares turísticos de la zona. Las buenas intenciones de los participantes en el consejo no tardaron en chocar de frente con la auténtica realidad de una Almería que necesitaba mucho más que tres carreteras para poder competir con otras provincias del Mediterráneo que empezaban a transformarse en polos de atracción turística. Aquí teníamos más sol que en ninguna otra parte, es verdad, pero faltaba tanto por hacer que más que una aspiración, aquello de la Costa de Oro era una quimera.

Habíamos inaugurado el año 1960 con grandes aspiraciones internacionales cuando no éramos capaces de solucionar los problemas locales, cuando la ciudad seguía partida en dos por el cauce de la Rambla que amenazaba todos los años con salir y llevarse por delante lo que pillara, cuando las calles de los barrios estaban aún sin asfaltar y el proyecto del alcantarillado estaba todavía en ciernes y con vistas de eternizarse. Además, no habíamos empezado el año con buen pie ya que se tuvo que suspender la Romería de la Patrona por un temporal de lluvia que nos afectó durante varios días.

En 1960 todavía existían algunos oficios que no tardaron mucho en desaparecer. Aún andaban por las calles de noche los serenos, que completamente desorganizados empezaban a quedarse obsoletos. Había barrenderos que salían con sus carros y sus escobas a las seis de la mañana, calle por calle, acera por acera, y afiladores que iban a las puertas de las casas a resucitar los cuchillos y las tijeras que tenían que durar media vida.

En 1960 el comercio del centro de la ciudad vivía sus días de gloria, el Mercado Central era como un vientre materno por el que tarde o temprano pasaba todo el mundo y los cafés del Paseo proyectaban sus terrazas como un balcón privilegiado por donde ver pasar la vida a diario.

El viejo anhelo de integrar la Rambla de Belén en el casco urbano empezaba a dar sus primeros pasos con la consolidación de los nuevos barrios al otro lado del cauce que traían nuevas edificaciones y la posibilidad de que la ciudad creciera y ocupara de una vez los últimos descampados que quedaban de la vega.

Era el año 1960 y seguíamos progresando lentamente: la ducha del cuarto de baño, el frigorífico en la cocina, el televisor en el comedor, el sueño del coche en la puerta y el milagro de un futuro que nos prometía tiempos mejores.

tracking