La Voz de Almeria

Tal como éramos

La calle que destrozó la Casa Sindical

La identidad de la calle Javier Sanz se quebró cuando en 1954 derribaron un grupo de casas para construir los ‘Sindicatos’

El edificio de la Casa Sindical en 1954, cuando estaba en plena construcción en las calles de Javier Sanz y de Méndez Núñez.

El edificio de la Casa Sindical en 1954, cuando estaba en plena construcción en las calles de Javier Sanz y de Méndez Núñez.

Eduardo de Vicente
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La calle Javier Sanz tenía la importancia que le daba la presencia del edificio de la Escuela de Artes, que allá por los años cincuenta estaba a punto de transformarse en Instituto. El centro de enseñanza nutría de vida joven aquella zona de la ciudad que aparecía en el límite con esa frontera que era la Rambla. La calle Javier Sanz tenía dos almas: la propia de un escenario pegado al centro de la ciudad, y la que le daba la presencia del viejo cauce que en aquellos años había sido adecentado con la implantación de miles de moreras, pero que seguía siendo la línea divisoria que separaba Almería de lo que entonces se consideraban las afueras.

En la calle Javier Sanz se mezclaban las casas típicas de planta baja de Almería con espléndidos edificios que la burguesía había ido construyendo a comienzos de siglo. También era un lugar de cocheras y de pequeños negocios que mantenían la fecundidad de aquella manzana.

Allí estaba el gran almacén de los cementos Fradera, propiedad del empresario Joaquín López Hernández, donde vendían yeso, cemento y tenían un servicio de transporte de carros. Era muy conocido en la ciudad porque en los tiempos de restricciones vendía los cargamentos de cemento a los constructores en el mismo muelle, desde el mismo barco. Joaquín López Hernández era hijo del famoso contratista Joaquín López Murcia, que participó en las obras de construcción de la Escuela de Artes.

Muy cerca del almacén de cemento estaban las cocheras de los herradores y el puesto de Juan Guirado, conocido como Juanico ‘el herrador’, que tenía una fragua a la que venían clientes de todos los puntos de la vega para herrar las caballerías. Juanico tuvo trabajando como aprendiz y después como oficial a otro herrero célebre, Cristóbal Ruiz, que cuando aprendió todos los secretos de la profesión decidió instalarse por su cuenta, montando un taller al lado de su jefe, lo que provocó que se enemistaran. Al pasar los portales de los herradores estaba la carpintería del maestro Miguel del Águila. A su lado, haciendo ya esquina con la calle de Méndez Núñez, destacaba la tienda ‘La Abastecedora’, propiedad del comerciante Manuel Sánchez. Era el gran almacén de comestibles del barrio, donde los vecinos podían encontrar desde aceite a granel, carbón o azúcar, hasta leche pura de vaca recién ordeñada o sacos de serrín, que tanto se utilizaban en los días de lluvia.

En aquellos años de la posguerra la calle Javier Sanz tenía la vida que le daba durante el día las cocheras de los herradores, los talleres de mecánica y soldadura, la Escuela de Artes y Oficios, y la Academia Mercantil donde iban los jóvenes a aprender Taquigrafía y Contabilidad. De noche, aquellos parajes, tan cercanos a la solitaria Rambla y a la vega, se iban quedando sin más vida que la de los carros de los vegueros que cruzaban desde el otro lado del puente alumbrados por un farolillo de gas.

La vida empezó a cambiar radicalmente en la calle Javier Sanz cuando a comienzos de los años cincuenta las autoridades de Falange compraron varias casas de las que le daban caché a la calle frente a la puerta principal de la Escuela de Artes para construir la Casa Sindical. Se trataba de una obra faraónica, de un edificio de seis plantas y semisótanos con fachada lateral a la calle de Méndez Núñez, que iba a dinamitar la imagen de lugar apacible y antiguo que hasta entonces había conservado todo aquella manzana. Las obras comenzaron en septiembre de 1954 y diez meses después, para la festividad del 18 de Julio, las banderas de España y la del Movimiento ya coronaban el nuevo edificio que estaba llegando a su fase final. El sábado 27 de agosto de 1955 se celebró la bendición e inauguración de la Casa Sindical, con la presencia del Obispo Alfonso Ródenas y del Gobernador civil Ramón Castilla. La edificación marcó el comienzo del declive arquitectónico de la calle Javier Sanz que poco a poco empezó a perder su esencia.

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