Un tremendo seísmo, actualmente clasificado de 6,5 grados en la escala Ritcher, derribó casi la totalidad todos de los edificios de la capital. Y siempre quedará en mente la espada de Damocles, recordando que Almería es y ha sido siempre declarada zona sísmica. 

Muchos almerienses pueden contar sus experiencias en los diversos terremotos de menor intensidad vividos durante el pasado siglo XX que no han ocasionado grandes destrozos ni desgracias personales, más allá de algún sobresalto al notar como la tierra temblaba. Sin embargo, es grande el temor a que las placas africana y euroasiática, así como las fracturas que recorren el camino entre Fiñana, Almería y el Valle del Almanzora, puedan llegar a provocar nuevos seísmos. 

El gran terremoto de Almería

Son muchos los terremotos de los que existen conocimiento en la provincia y la ciudad , los más modernos, fueron documentados en las últimas décadas por la prensa almeriense.

No obstante, hay coincidencia en señalar el ocurrido el 22 de septiembre de 1522 como el de más devastadoras consecuencias, hasta el punto de que hubo de reconstruirse la práctica totalidad de la ciudad debido a una intensidad que provocó daños tanto materiales como personales, siendo así etiquetado y recordado como el gran terremoto de Almería.

La inexistencia de periódicos en aquella época provoca que el relato histórico se obtenga de capítulos de libros y del género epistolar, por medio de cartas como la que Pedro Mártir de Anglería envió al arzobispo de Cosenza; un relato pormenorizado de la destrucción de la ciudad, que sufrió graves consecuencias por el desbastador temblor.

De hecho, también es prolija la enumeración de los fallecidos a causa de este temblor, especificando una mayoría de mujeres y niños que, desgraciadamente, no tuvieron la rapidez suficiente para escapar del derribo de las viviendas, iglesias o lugares públicos donde se encontraban justo a la hora en la que ocurrió el seísmo.

Un auténtico caos que terminó confirmando lo que fue una de las mayores tragedias acaecidas hasta el momento. El hundimiento de las casas aplastó a padres e hijos, a señores con criados, sepultándolos vivos en sus propias moradas.

Cuenta Víctor Hernández que fueron unos años muy complicados que la ciudad tuvo que asumir de imprevisto y sin recursos. Unos hechos que también afectaron a otras ciudades más cercanas, como Baza, Guadix, Vera e, incluso, también a Granada. De hecho, describe la caída de piedras de varios de los muros interiores y externos de la Alhambra, aunque los daños sufridos por este lugar fueron menores que los que acusó Almería, que fue una de las localidades peor paradas de este fenómeno natural.

El del terremoto acontecido en el año 1522 no es el único texto que se ha encontrado como referencia a aquellos dramáticos hechos. Años más tarde, el cronista Pedro Mejía cuenta, al correr de 1547, que "en la ciudad de Almería, el terremoto derribó la fortaleza y casi todas las torres y muros de la cerca de la ciudad y la iglesia mayor, así como todos los demás templos; de manera que murieron enterrados vivos la mayoría de los vecinos, principalmente niños y mujeres".

Estas víctimas fueron las que no pudieron huir tan rápido, cuenta, y fueron millares, quedando así la ciudad asolada. Mejía constató en sus escritos, además, que el Emperador estableció ayudas especiales para la capital y todos sus habitantes debido a la gravedad de los hechos acontecidos en la ciudad andaluza. Fue otro episodio trágico en la historia de la capital almeriense. 

Había pasado un cuarto de siglo entre los dos relatos y, en el segundo, aún se describe que la reconstrucción de la ciudad de Almería aún no se había podido completar del todo. Tal fue el extremo y la radicalidad de los destrozos que acaecieron en esta tierra en aquellos tiempos del siglo XVI que se considera por muchos que Almería volvió a nacer, tras haber sido enterrada en vida.