La Voz de Almeria

Política

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Quien haya sido pobre y más de alguna vez desgraciado sabrá calibrar mejor lo que está pasando en la calle. Entre los menesterosos hay como una corriente de simpatía y a esto se debe, c reo yo, lo extremadamente fácil que se encuentran por plazas, lugares abandonados, cuchipandas, etcétera. La gente de orden los mira con recelo; piensan que van a robar o a sacar la navaja. Naturalmente, la gente de orden deduce de estas escenas un pésimo concepto del mundo y de la vida. Hay que precaverse. Hay apuntarse a los partidos que alientan la fuerza y la seguridad contra el "enemigo". La izquierda, ya se sabe, es muy permisiva, muy pellejera y manirrota. A pesar de todo la calle se está llenando de gritos. En medio de esos gritos están los pobres que cada día son más. ¿ Qué guerra habremos perdido que cada vez veo más mendigos y más gente malvestida y sin afeitar.? No es posible pues que el burgués acomodado vea esta gris algarabía con buenos ojos. Prefiere la injusticia al desorden, como diría Goethe.. La versión que tiene el hombre de derechas de cualquier manifestación de estudiantes es que son una panda de gandules, que viven a costa de los demás sin dar golpe Por algo defienden el trabajo y la excelencia frente a los vagos. Claro que incitar al trabajo cuando la cola de los que buscan precisamente eso da dos veces la vuelta a la manzana donde está instalada la oficina de empleo, parece un contrasentido. Vivimos en un dilema terrible. Toda nuestra esperanza consiste en esperar a que el ajuste cree empleo. Puede no ser verdad. Por lo que sabemos ni en Grecia ni en Portugal ni en Italia las reformas están dando resultado. A más recortes más parados. Hace bien Rajoy en ir preparándonos para lo peor, de esta guisa cuando llegue el apocalipsis ya estaremos bien entrenados. ¡Oh si volviera aquella aquella divina despreucupación de los días felices cuando no se hablaba tanto del Estado del Bienestar ni de la estabilidad presupuestaria! La gente en la calle era más afable y cariñosa. El visitante preguntaba por la mar y había quien se molestaba en llevarlo al Paseo Marítimo. Hoy haces esa pregunta y el interpelado pasa de largo sin mirarte siquiera no sea que le roben la cartera.

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