La historia de amor de la casa de la calle San Eugenio
Rosa y Ben han comprado una vivienda de 1900, la están rehabilitando y poniendo en valor

Interior del salón que se encuentra ubicado en la segunda planta de la vivienda de la calle San Eugenio de la capital almeriense
La historia que vengo a contar hoy es la de un amor, la de un encuentro casual e inexplicable, la de un cruce de caminos entre una pareja que buscaba un cambio en sus vidas y la de una casa histórica que quería volver a llenarse de vida. Esta es la historia de Ben y Rosa y la casa de la calle San Eugenio.
Rosa y Ben son una pareja joven, entusiasta, trabajadora y cosmopolita. Criada en Almería, su abuelo -veratense- y su abuela -de Antas- emigraron a Alemania en aquella posguerra tan dura. Allí estuvieron 45 años hasta que volvieron a Antas ya con los hijos adolescentes. Rosa nació allí, estudió en Almería pero pronto se le quedó pequeña y marchó a Londres en busca de nuevas aventuras que le llevaron a un importante crecimiento profesional en materia de marketing y 11 años en Gran Bretaña.
Mientras tanto Ben, nacido en un pueblecito de Amiens, también se había lanzado a la aventura llegando a cruzar el charco para dedicarse a la rehabilitación de viviendas en el entorno de Nueva York. Allí pasó una década hasta que decidió volver a casa para estar cerca de los suyos.

Rosa y Ben, propietarios de la vivienda
Fue entonces cuando Rosa y Ben, una por unas vacaciones y el otro por un empleo que le permitía disfrutar del esquí, se encontraron en los Alpes. Una relación a distancia, un paso por Barcelona y, quizá casualidad o no, de pronto Almería se cruza en sus vidas.
Cuenta Rosa que cuando pensaron en invertir para comprar una vivienda en Almería “primero miramos en la playa de El Zapillo. Pisos que no necesitaban mucha reforma pero que eran feos”. “No me gusta esa arquitectura”, añade Ben quien también descartó por lo mismo cualquier obra nueva de la Vega de Acá.
Pasearon entonces por el centro histórico de la ciudad. Vieron primero un apartamento en la calle Murcia “había que hacer muchas obras pero la arquitectura era preciosa”. Aunque lo pensaron, no hicieron ninguna oferta. Se marcharon a Antas y allí, pensando en su abuela, mirando en Idealista, un anunció apareció en la pantalla de Rosa. “Era un anuncio sin fotos, solo una de alguien sentado en la puerta. Estaba en el Casco Histórico, el precio por metro cuadrado no parecía real y dije: voy a escribir. Cuando íbamos camino de Barcelona me llamó la inmobiliaria y me preguntaron que cuándo podía venir a ver la casa. Me mandaron un montón de fotos y...¡buah, nos enamoramos! Techos altos, suelos preciosos, habitaciones grandes...y nos comprometimos a venir en apenas unos días”, explica.

Cocina de la planta baja de la vivienda
Cuando entraron por la maravillosa puerta de la casa de la calle San Eugenio ya no hubo vuelta atrás. Hicieron una oferta para comprarla el día del cumpleaños de Rosa, pero al estar sometida a un complejo proceso judicial, han tardado un año y medio en poder acceder a ella. Fue en julio de este año cuando la pisaron por primera vez como propietarios. Al entrar la sensación de paz y buenas vibraciones eran las mismas de la primera vez. A partir de ahí todo ha sido un ir y venir de trabajo, obras, y luchar por devolver la vivienda al esplendor que tuvo.
Corría el año 1898, como ha documentado el investigador Manuel Artero, cuando Manuel Vicente Moreno, un empresario dedicado a la venta de explosivos a contratistas de obras públicas, comenzaba la construcción de una gran vivienda con fachadas a la calle San Eugenio, Granada y Judía. Se trata de una vivienda señorial cuyo diseño sale de la creatividad del arquitecto Trinidad Cuartara que se culmina en 1900 y que ha llegado a nuestros días haberse dividido y pasar por las manos de varios propietarios, el último Manuel Belmonte que dejó de usar la planta inferior como oficina hace unas dos décadas.
A pesar de tanto tiempo cerrada, lo cierto es que, según han podido ratificar Rosa y Ben, la estructura está en perfecto estado por lo que ya llevan un par de meses trabajando a destajo para ponerla a punto con el objetivo de poder tener, al menos, la planta de abajo en Navidad.

Planos de multitud de proyectos eléctricos realizados por el anterior propietario
Para los amantes del patrimonio hablar con esta pareja es una garantía de que tratarán de conservar la esencia de la vivienda. “La casa tiene una protección muy baja, podríamos haber tirado todo y dejar la fachada, pero lo que queremos es que después de rehabilitarla, estoy pasando una parte de mi vida en ello, se aumente la protección y que si algún día nos vamos de ella, esté asegurado que se mantendrá”, explica Ben que es el director de la obra de su propia casa.
Son muchas las ideas que tienen para esta vivienda en la que al traspasar el umbral de la puerta parece que se ha detenido el tiempo. Suelos hidráulicos, una escalera majestuosa con el llamativo detalle de que los forjados son raíles del ferrocarril, ventanales y enrejados maravillosos, pero lo más llamativo, hay recuerdos de los propietarios de todo tipo.
Explica Rosa que la intención es convertir la vivienda primero en un sitio en el que ellos puedan vivir con tranquilidad (ya están en ella mientras hacen la obra), y después planean hacer una especie de “coliving” ofreciendo así algo que no es muy habitual en Almería: “un sitio para la gente que trabaja en remoto. Ahora mismo hay mucha gente que está empezando a buscar sitios para esto y en Almería se vive muy bien. Creo que sería una buena idea”.

Raíles del ferrocarril sujetan esta escalera que es la parte central de la casa.
Y es que esta pareja está convencida de que “es un buen momento para invertir en Almería y más teniendo en cuenta que está a punto de llegar el AVE”. Lo están tanto que han decidido apostar por una rehabilitación complicada, en la que quieren que su nueva casa combine lo que ha vivido en estos 125 años de historia con un futuro lleno de ilusiones. Un futuro en el que ven “a lo mejor habitaciones tematizadas en diferentes estilos artísticos” pero en el que tienen claro que apuestan por una vivienda preciosa de la que también puedan disfrutar los almerienses. Tanto es así que están compartiendo toda la experiencia que está suponiendo esta rehabilitación a través de las redes sociales. Si quieren ver cómo va la reforma pueden hacerlo a través de @casa_eu_almeria en Instagram. Está siendo todo un éxito.
¿Cómo es y qué tiene la casa?
La vivienda de la calle San Eugenio está formada por dos plantas y 'terrao'. La planta baja, quizá la que necesita más rehabilitación, cuenta con un recibidor central con mucha luz, una impresionante escalera sujeta por raíles del ferrocarril y varias habitaciones que en algunos casos siguen conservando sus puertas originales. Estas habitaciones, inicialmente, estaban comunicadas entre sí generando como una especie de circuito alrededor del recibidor. Quizá lo más llamativo de esta planta se encuentra en la cocina y en la habitación de techo altísimo ubicada junto a ella destinada al servicio.
Es cierto que lo más curioso en esta zona de la vivienda no es su arquitectura, tradicional de la época en Almería en las casas burguesas, sino todo lo que se han encontrado de dueños anteriores. Desde regalos de boda, chequeras, un ejemplar de La Voz de Almería de 1963 en el que se recoge la esquela de un familiar de uno de los dueños, revistas del final del franquismo e inicios de la democracia, y lo más curioso, planos y planos y planos de los trabajos realizados por uno de los propietarios responsable durante años de temas eléctricos. Para los que somos del Levante es cuanto menos curioso que allí, en un cajón, duerma todo el entramado eléctrico de Pueblo Indalo, uno de los símbolos de la transformación turística de la comarca.

Rejas de la planta baja
Pero es que cuando una se descuida, se encuentra con cajas de la época (y no llenas de costura) y con libros que llegan a una enciclopedia sobre ‘El Mundo de la Pareja’ en la que matrimonio y sexo son los temas principales.
Ya en la segunda planta la disposición y conexión de habitaciones es similar. Para los que hayan pasado por la Casa de Socorro reconocerán esos arcos con vidrieras coloridas presidiendo las entradas a las habitaciones y los suelos hidráulicos. Los hay de varios tipos, según habitación, y en esta zona alta en muy buen estado de conservación. Aquí encontraron libros de todo tipo, principalmente religiosos, pequeñas novelas, maletas en las que se puede comprobar la evolución de los años, plumas y hasta botones.

Uno de los baúles de la vivienda
Impresiona ver la cocina de leña, preparada para ser utilizada y que quiere ser recuperada de alguna manera para la vivienda. Así como el salón en el que se acumulan mecedoras, sillas, mesas… todo ‘vintange’.
Pero si me lo permiten, para mí el gran misterio de esta casa está en sus baúles. Media docena de ellos -más o menos- están repartidos por la vivienda. De momento muchos de ellos no están ni abiertos, con lo que más curiosidad plantean. Son cofres enormes y bonitos, dignos hijos de su tiempo. Habrá que seguir a Rosa y a Ben en IG para conocer su contenido.