La Voz de Almeria

Almería

La casa del cura Rafael Romero y la escuela de los niños cantores

En el ala de levante de La Catedral destacaba el desaparecido colegio de los Seises

La antigua casa del cura Romero y las ventanas de la escuela de Seises.

La antigua casa del cura Romero y las ventanas de la escuela de Seises.La Voz

Eduardo de Vicente
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Bajando por la calle del Cubo, en el ala de levante de La Catedral, aparecen dos edificios, hoy deshabitados, que nos cuentan viejas historias del templo y de la ciudad. En la fachada principal se puede apreciar una puerta que fue cegada con piedras y que en otro tiempo servía de entrada a la vivienda del sacerdote don Rafael Romero, todo un símbolo religioso en la Almería de la posguerra que pasó a la posteridad por su poder de convocatoria y por su don de gentes. Eran famosas las aglomeraciones de los domingos para escuchar el sermón del ilustre beneficiado de La Catedral. Sus fieles lo esperaban al terminar el culto para pedirle consejos y organizaba reuniones en la sacristía con las mujeres solteras de Acción Católica, a las que les daba charlas sobre comportamiento y moral. En su vivienda de la calle del Cubo realizó una importante labor pastoral y de guía moral, cuando las madres llevaban a sus hijas a la casa para que don Rafael les diera consejos sobre las virtudes del noviazgo y también de los peligros que acarreaba si la mujer no sabía poner los límites morales oportunos.

La única puerta que se mantiene en pie del edificio es la que servía de acceso a las dependencias del antiguo colegio de los Seises y al patio interior que a través de una escalera de piedra se comunica con una de las entradas a la sacristía. Cuando el aula de los niños cantores desapareció el recinto volvió a ser escuela al ser habilitado para recibir a una clase del colegio Diego Ventaja, cuyas instalaciones se habían quedado pequeñas para responder a la demanda escolar desbordada de los años sesenta.

Poco a poco fue desapareciendo la vida del edificio. La casa del sacerdote se quedó deshabitada, el aula cerró sus puertas y allí no quedó más rastro de vida que el grifo de la fuente del patio donde acudían los niños del barrio a quitarse la sed y alivisiarse el calor después de jugar al fútbol. Atrás quedaron los tiempos de gloria cuando aquellos muros anexos a La Catedral vieron formarse a cientos de niños en el colegio de la Iglesia. En los años cincuenta el coro de los Seises volvió a tener el protagonismo que había tenido antes de la Guerra Civil. El Obispo don Alfonso Ródenas y el maestro de capilla don Vicente Martínez, jugaron un papel fundamental para que los niños cantores volvieran a ser una parte importante en las ceremonias de la Iglesia. Al frente de la aula estuvo durante años el querido y recordado maestro don Ángel Martínez, excelente profesor y hombre de una bondad infinita. Todas las mañanas, antes de comenzar las clases, los niños tenían que asistir a la primera misa del día y los que formaban parte del coro acompañaban con sus voces el desarrollo de la ceremonia.

La escuela tenía solo un aula, tan pequeña que no tenía espacio ni para un cuarto de los ratones ni para tener un servicio. Los niños, cuando necesitaban hacer sus necesidades, atravesaban el patio trasero de la Catedral y allí, al subir las escaleras, en un cuarto diminuto, se encontraban con el váter.

Eran los tiempos de la leche en polvo y el queso de los americanos, que se colaban en el aula de los Seises como una bendición; eran los tiempos de la enciclopedia que todo lo sabía, de la lista de los reyes godos y de la disciplina como base principal del proceso educativo.

Los niños del coro eran entonces unos privilegiados que asistían a las ceremonias formando parte del elenco de ‘actores’ principales. Además tenían la suerte de que de vez en cuando se los llevaban a los pueblos para cantar en alguna misa, lo que siempre era un aliciente para aquellos aspirantes a adolescentes. Qué misas se organizaban cuando llegaba el Domingo de Ramos y la Catedral se llenaba de palmas y era tanta la expectación que los acolitillos se pasaban una hora trayendo y llevando sillas para que todos los fieles pudieran estar sentados. En las grandes ceremonias el coro de Seises de la Catedral solía estar acompañado por los tiples del Seminario Menor de la Inmaculada y la Escolanía de la Sagrada Familia, todos ellos bajo la batuta de don Vicente Martínez.

Aquellos niños cantores de finales de los años cincuenta fueron los últimos que se formaron en la escuela trasera del templo. En los años sesenta aquellos niños de voz angelical, vestidos con sotana roja y sobrepelliz blanco con alitas, pasaron a ser historia. El aula de los Seises se transformó en una unidad de la escuela Diego Ventaja, y allí nadie volvió a cantar nunca más.

Terminaba así una larga historia que había comenzado en 1919, cuando el Obispo don Vicente Casanova y Marzol pudo hacer realidad uno de sus grandes anhelos desde que en 1908 se hizo cargo de la diócesis: tener en Almería un coro de niños cantores. El sábado uno de marzo de 1919, se inauguraba oficialmente el colegio de Seises.

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