La iglesia de Cabo de Gata que hará que sientas que estás en Santorini o Mykonos
La combinación de volumen blanco, cúpula azul intenso y el vacío inmenso del mar crea ese “golpe de vista”

La iglesia de Cabo de Gata que hará que sientas que estás en Santorini o Mykonos.
Si te fascinan las postales de cúpulas azules que asoman sobre el Egeo, imágenes que asociamos de inmediato a Santorini y las islas Cícladas, no hace falta volar hasta Grecia para experimentar algo parecido.
A pocos minutos de la capital almeriense, en plena franja litoral del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, la ermita de Torregarcía despliega un perfil inconfundible: planta octogonal, contrafuertes rotundos… y una cúpula pintada de azul que, con el brillo del sol y el olor a salitre, activa las mismas teclas sensoriales que un mirador de Fira o de Oia.
Antes de cruzar el Mediterráneo, conviene recordar por qué nos atrae tanto el “icono azul” griego. En Santorini, el recurso cromático blanco-azul, de volúmenes encalados y cúpulas azules, cristaliza un estilo, el arquitectónico cicládico, formado por casas cúbicas sencillas y templos de cúpula baja, que se adaptan al clima ventoso y al sol extremo del Egeo.
Además de razones térmicas y sanitarias del encalado, la paleta se convirtió en seña de identidad del archipiélago durante el siglo XX. Fuentes oficiales griegas subrayan esa lógica funcional y recogen que en 1936 se popularizó la idea de “blanco y azul” como los colores de las islas; en cualquier caso, el resultado es la imagen mil veces reproducida: iglesias blancas de cúpula azul recortadas sobre el mar.
Entre las más fotografiadas está la iglesia conocida como Tres Campanas de Fira, cuyo domo azul y campanario triple dominan la caldera, ubicada entre Fira y Firostefani. La combinación de volumen blanco, cúpula azul intenso y el vacío inmenso del mar crea ese “golpe de vista” que asociamos con Santorini y que, al llegar a Torregarcía, reconocerás de inmediato.
Incluso en la ficción, esta ermita almeriense se ha “disfrazado” de templo griego en pantalla: en la serie 'Kaos', su silueta funciona como un atajo visual a ese imaginario del Egeo que todos llevamos en la retina.
La ermita de Torregarcía, también llamada de la Virgen del Mar, se levantó en 1953 por iniciativa municipal y con los planos del arquitecto Guillermo Langle Rubio, figura clave de la arquitectura almeriense del siglo XX.
Está en el paraje de Torregarcía, junto a la torre costera homónima, justo donde la tradición sitúa el hallazgo (1502) de la imagen de la patrona de Almería. Su diseño sorprende: planta octogonal, cúpula de media naranja, vanos circulares y contrafuertes marcados; un lenguaje con ecos del Movimiento Indaliano, muy propio de la modernidad almeriense de mediados de siglo.
La pieza que hoy la acerca aún más a la iconografía egea es, precisamente, la cúpula. En 2021, tras trabajos de remozado, el templo “vistió de azul” su media naranja, una decisión consensuada con el Obispado y vinculada al simbolismo mariano del color.
Desde entonces, la primera impresión al divisarla entre dunas, saladares y matorral costero recuerda, salvando las distancias, a esas cúpulas que puntean Santorini o incluso algunos templos de Mykonos, otra isla cicládica famosa por su arquitectura blanca junto al mar.
La semejanza no es solo cromática. Igual que las iglesias de Santorini aprovechan balcones naturales para asomarse al Egeo, la ermita almeriense dialoga con el paisaje abierto del litoral: cielo inmenso, horizontes limpios, texturas de sal y viento.
Ese emplazamiento explica también su papel en la devoción popular: cada segundo domingo de enero se celebra la Romería de la Virgen del Mar hasta Torregarcía, con misa y jornada festiva en el entorno de la ermita, una tradición que conecta ciudad, costa y santuario desde hace siglos.