Un Almería-Granada que terminó a brazo partido
En abril de 1927, dos encuentros amistoso entre dos equipos amateurs desataron una cruenta rivalidad entre ambas ciudades con furibundas críticas, piernas partidas, invasiones de campo y jugadores escoltados por la Guardia Civil

Alineación del Sporting Almería en el campo Las Eras de Cristo de Granada Córdoba, Jover. Trevijano, Molina, Blanes, García, Bueno, Ripoll, Soriano, Núñez, Soria y el presidente Torrealta.
Ningún otro partido, hasta esa fecha, contribuyó a exacerbar tanto el sentimiento de identidad almeriense; ningún otro episodio deportivo llegó a sacar del pecho de los aficionados, que se arremolinaban en aquel viejo campo de Regocijos, tal afecto por la zamarra rojiblanca que vestían jugadores patrios como Jover o Trevijano; y nunca se había gritado con tanto ardor guerrero cada acción de ese nuevo sport que hasta unos pocos años antes solo despertaba la hilaridad de los transeúntes del Andén de Costa al ver a tipos de pelo en pecho y en calzones correr detrás de una pelota como si fueran descerebrados.
Esos dos matches de ida y vuelta del nuevo equipo, el Sporting de Almería, contra el Real España de Granada disputados en el mes de abril de 1927, lo cambiaron todo y durante años quedaron en los anales de las dos ciudades fronterizas como el más puro ejemplo de la pasión por un deporte, entonces inocente y amateur, que empezaba a dar sus primeros borbotones entre olor a linimento, dos años antes de que se creara el Campeonato Nacional de Liga, y que se mantiene con mayor empuje casi un siglo después en el Estadio de los Juegos Mediterráneos.
El club protagonista que engendró la leyenda futbolera almeriense, el Sporting, se había constituido por los señoritos del Casino en el mes de enero de ese mismo año bajo la presidencia del marqués de Torre Alta, Pedro Fernández de Córdoba. Otros directivos eran Antonio Acosta Garzolini, José Soriano, Ulpiano Díaz, el cónsul inglés Harrison y Fausto Lagasca. Los primeros encuentros informales de football en Almería, de jóvenes locales contra tripulantes de barcos ingleses en el Llano de Oliveros, se celebraron a partir de 1907 y en 1909 se constituyó el primer equipo, el Almería FC. Después surgió otra escuadra, el Athletic de Almería, y de la unión de los dos brotó el celebrado Sporting, el primer club urcitano que vistió de forma continuada con la camiseta rojiblanca a rayas verticales.
Disputó encuentros con el Málaga, Lorca, División Inglesa del Atlántico, Aguilas, Union Atlética de Madrid, Selección del Buque Escuela Galatea, Imperial, Hércules y Carthago, pero ninguno quedó tan grabado en la memoria colectiva de nuestros abuelos como el que porfió, casi en duelo de sangre, con los granadinos del Real España, a doble partido: hubo furia, agresiones, jugadores escoltados por la guardia civil, invasión de campo y ácidas críticas partidistas en la prensa de sendas ciudades.
El partido de ida se concertó en Granada a las cuatro de la tarde del domingo 3 de abril. Los jugadores almerienses, directivos y aficionados salieron el día antes en varios coches y se hospedaron en la Posada de Tablas. Tras el almuerzo, se agarraron a un tranvía y llegaron al campo de las Eras de Cristo, frente al hoy Hospital Clínico. El entusiasmo entre los aficionados granadinos era desbordante y rivalizaban en gritos de ánimo con los almerienses que viajaron ex profeso, a los que se unieron después los que estudiaban en la Universidad. El Sporting de Almería, con zamarra rojiblanca, alineó a Córdoba, Jover, Blanes, García Trevijano, Molina, Bueno, Ripoll, Soriano, Pedro Soria y Núñez. El Real España, con camisola amarilla y azul, saltó al terreno de juego con Eloy, Ortiz, Pereda,Tejada, Barredo, Osorio, Carmona, Sánchez, Debesa, Juristo y Cueto.
El partido finalizó con un contundente seis a cero a favor del equipo granadino tras numerosos incidentes y un árbitro que fue herido por las pedradas de “algunos elementos incontrolados almerienses”, narraba la crónica de la revista Granada Gráfica. En el bando contrario de la prensa, el periodista almeriense, Rogelio Quiles ‘Rogequi’, que firmaba sus crónicas en La Independencia y que, a la sazón, era también directivo del Sporting, arremetió contra el terreno de juego “lleno de hoyos y desnivelado, sin marcar las líneas y las porterías sin redes”, contra el periodista granadino Martinenc -quién había calificado a los almerienses de “tiernos”- y contra el trencilla, el señor Cristiá, al que atacó por su “pésima actuación y por sus “herejías futbolísticas tan conocidísimas en toda la región”, añadiendo “allá el analfabeto Cristiá con su conciencia y su chaqueta azul, tan holgada la una como la otra”.
El primer gol del Real España había llegado en “flagrante fuera de juego y el segundo de un penalti injusto”. Los estudiantes almerienses invadieron el terreno de juego. En los días siguientes, atizada por la prensa, la temperatura en las dos ciudades fue en aumento hasta extremos de violento desafío. El partido de vuelta se jugó en Almería, en el campo de Regocijos, junto a la Huerta de los Cámara el 24 de abril. Allí estaba el público almeriense más enfurecido que nunca que convirtió el encuentro en una caldera a presión, con la Guardia Civil vigilando desde el cañizo que rodeaba el campo y como arbitro, ¡pásmense! el susodicho Rogelio Quiles, directivo del Sporting y periodista que después firmó la crónica del partido y que -cómo no podía ser de otra forma- le puso al trencilla, que era él mismo, un sobresaliente.
Ganó con furia el Almería 4-2 con tres goles de Trevijano, que era el figura del equipo, y de Ripoll. Y se pensó en un partido de desempate en el campo neutral del Málaga, pero la idea no llegó a cuajar, aunque las espadas siguieron en todo lo alto meses y meses, hasta que el Sporting desapareció tan solo un año después, dejando paso al Club Deportivo Europa.