La Voz de Almeria

Almería

El almeriense que sorteó a la muerte cumple 100 años

Se llama Antonio Viciedo Hernández y sobrevivió a la tragedia de Gérgal

Antonio Viciedo Hernández posa junto a una moto BMW.

Antonio Viciedo Hernández posa junto a una moto BMW.La Voz

Elena Ortuño
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Elena Ortuño

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Antonio Viciedo Hernández no es un centenario cualquiera. Este domingo celebra un siglo de vida con una lucidez y una autonomía que desafían cualquier estadística. Vive solo en una parcela en Fernán Pérez, conduce su propio coche con el carné en regla hasta el próximo año y todas sus analíticas siguen saliendo perfectas. Aunque en su pasado caminó muy cerca del desfiladero de la muerte, el azar lo ha conducido a alcanzar los 100 años, una cifra que, si bien a muchos les daría vértigo, él solo espera superar.

Ante el interrogante de cómo se siente al tener 100 años, Antonio responde sincero que se encuentra "estupendamente": "Me hacen analíticas cada seis meses y el doctor siempre me dice que estoy mejor que él", cuenta entre risas. Su secreto es ser descendiente de una familia de genética muy longeva (conoció a sus cuatro abuelos y a una bisabuela), como también lo es el haber llevado una vida sin excesos: "Nunca he fumado y tampoco me iba mucho de juerga". El almeriense siempre ha preferido ir a los bares a comer antes que a beber: "Al bar que yo entraba tenía que tener buenas tapicas, si no, no volvía".


"Estoy vivo de milagro"

Nacido y crecido en Los Molinos, Antonio recuerda su infancia con nostalgia, cariño y un poco de resignación: "Fui a una escuela de monjas, pero no me gustaba nada, porque allí lo único que se hacía era rezar. Te castigaban por cualquier cosa". Quizás fue por eso que el almeriense salió de la escuela para trabajar desde bien joven. A los 14 años ya era empleado en la fábrica de Oliveros, unos almacenes en los que, según el anciano, "se hacía de todo: fundición, carpintería...".

No duró mucho. Y es que desde bien joven ya tenía muy claro qué era aquello que lo apasionaba: "A mí lo que me gustaba era la mecánica, así que cuando cumplí los 15 me fui a un taller de coches a ganarme el pan". Tampoco este trabajo fue el definitivo. Cuatro años después decidió seguir los pasos de su padre, maquinista de tren. Se presentó a las pruebas para trabajar en el ferrocarril y consiguió una de las 4.500 plazas disponibles.

Fue durante su desempeño como ajustador cuando sufrió un golpe emocional que aún hoy recuerda: "Yo estoy vivo de milagro, porque podría haber muerto en la tragedia de Gérgal, allá en el 45", afirma con seriedad. El episodio al que alude Antonio fue un violento accidente ferroviario ocurrido por un fallo humano en la madrugada del 15 de noviembre de 1945 entre las estaciones de Fuente Santa y Gérgal.

"Éramos tres amigos ferroviarios. Cuando recibíamos la paga, nos íbamos a celebrarlo a Almería. Nos íbamos en el tren del día anterior y nos volvíamos a la mañana siguiente, muy temprano", relata. La noche en la que tuvo lugar la catástrofe Antonio tenía que viajar en ese tren, al igual que sus compañeros. Aquella madrugada Morfeo salvó su vida: "Me quedé dormido y no llegué a cogerlo. Me enteré cuando nos empezaron a aporrear las puertas del edifico en el que vivíamos los ferroviarios".

"Yo estoy vivo de milagro, pero me sentí malamente. Fue un golpe muy duro porque nos conocíamos todos. El jefe de la estación se fue a un cerro y se pegó un tiro. Tuvo que escuchar el choque o incluso verlo", lamenta. En la colisión murieron un centenar de personas, a las que les suman además 50 heridos.

Durante 15 años los trenes marcaron su ritmo de vida, hasta que decidió detenerse y cambiar de vía. Pidió una excedencia y abrió su propio taller de motos. "A los cinco años me ofrecieron volver al ferrocarril con el puesto de contramaestre, pero dije que no. Yo ya tenía mi taller y me gustaba mucho". Montesa y Derbi fueron sus banderas y como tal se formó en las propias fábricas de las marcas. Todo en aras de alcanzar una mayor profesionalidad. Antonio nunca volvió a pisar la estación como trabajador. Se jubiló en 1990, con 65 años y la satisfacción de haber vivido según sus propias reglas.


Su historia de amor

También en cuestiones sentimentales tiene historias para contar. La primera vez que vio a la que tiempo después sería su esposa, el tiempo se pasó. Tenía 17 años y ella solo 12. La vio entrar a su chalet y sintió "palomillas en el estómago": "Estaba en casa de un amigo tocando la bandurria cuando pasó por delante. Me gustó tanto que paré de tocar", relata risueño.


Poco después llegaron a la casa la madre y la abuela de la joven. Fue a esta última a la que se dirigió Antonio: "Le pedí permiso para bailar con su nieta. A la madre no me acerqué porque tenía más carácter, me daba respeto", reconoce. Así empezó todo. María del Carmen se convirtió en su compañera de vida, matrona en Torrecárdenas, madre de su único hijo. Pero la vida, que le había perdonado una vez, se cobró su deuda. Su hijo murió de un infarto a los 60 años y, tres años después, su mujer se dejó llevar por la tristeza. "No lo superó. Se fue detrás de él".


El peso de un siglo sobre sus hombros

Hoy, con tres nietos y seis bisnietos, Antonio sigue adelante. "Tengo muchos amigos, pero de los de antes solo me queda uno. Ahora los que tengo son todos nuevos". Este domingo celebrará su siglo de vida rodeado de 60 personas -entre familia y amigos-, una estampa que a veces ni él mismo puede creer.


No se engaña. El futuro no lo ve demasiado largo, aunque tampoco lo teme. "Después de jubilado me he hecho hortelano. Tengo unos olivos para sacar aceite y un pequeño taller de mecánica aquí montado". Rodeado de calma y con gran independencia, para los años venideros solo desea "seguir como hasta ahora": "Me aconsejan que vaya al programa de Juan y Medio, pero yo les digo: ¿Para qué? La mujer que me encuentren tendrá por lo menos 80 años y seguramente tendré que cuidarla yo a ella".


En cuanto a la juventud, les manda un mensaje simple y contundente: "No uséis tanto el móvil. Salid a la calle, dad conversación, jugad... Así estaréis más sanos", aconseja. Antonio Viciedo, el hombre que esquivó la muerte y que ha logrado domar el tiempo, sigue aquí. Un siglo después, su historia no es solo la de un superviviente, sino la de un hombre que, con tenacidad y sencillez, decidió vivir a su manera. Y lo sigue haciendo, rodeado de una familia que este domingo le desea un feliz cumpleaños.

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