Los títeres del Teatro Aquelarre
Fue el gran recinto cultural de Mojácar. Lo fundó el médico Ginés Carrillo allá por 1918

Frente a la iglesia fortaleza de Mojácar se alzaba el viejo palacio del Teatro Aquelarre, donde los ‘niños’ del Frente de Juventudes acudían.
Tenía una vieja puerta de madera de tono violeta, coronada por un letrero rectangular al abrigo de un balcón, donde se podía leer escrito en letras negras: ‘Teatro Aquelarre’. Estaba situado en el corazón del pueblo, frente a la iglesia fortaleza y constituía uno de los motivos de orgullo de los mojaqueros desde que allá por 1918 el médico del pueblo decidió su fundación para que Mojácar no viviese marginada de las inquietudes culturales de la época.
El padre del invento fue un personaje polifacético con alma renacentista que compaginaba su profesión de médico con una profunda vocación artística. Don Ginés Carrillo era entonces el hombre más ilustrado del pueblo y seguramente de la comarca. En sus años como estudiante en la facultad de Sevilla había sido un asiduo visitante de teatros y tablaos donde tuvo contacto con el teatro clásico más puro y con las nuevas tendencias que entonces marcaban las exitosas composiciones de los hermanos Álvarez Quintero.
Teatro, poesía, ópera, zarzuela, formaban parte de sus pasiones y también de su vida, ya que jamás se desvinculo de su vocación artística. Cuando al terminar la carrera llegó como médico a su querida Mojácar se embarcó en el sueño de tener su propio teatro. En una casa con aspecto de palacio, frente a la iglesia, montó el escenario, con una sala decorada al estilo isabelino. La bendita locura del médico no solo llevó la cultura al pueblo, sino que además implicó a los vecinos en la dramaturgia, formando una improvisada compañía con un elenco de actores formado en su mayoría por personas que no sabían ni leer ni escribir. Cuentan que los guiones, siempre muy sencillos y de frases cortas, los iban interiorizando a fuerza de repeticiones.
Para aquella Mojácar que encaraba los años veinte, tener un teatro y sobre todo, contar con un personaje que transmitiera su pasión por el arte a sus gentes, era un lujo que pocos pueblos de la provincia se podían permitir. Cuando el ‘Aquelarre’ empezó a dar sus primeros pasos el teatro más famoso de la provincia era el ‘Echegaray’, que desde el año 1904 funcionaba en la localidad de Pechina.
El pulso del Teatro Aquelarre de Mojácar latía con las iniciativas de don Ginés, el fundador, el propietario, el organizador, el escritor y el tramoyista. En los años de la posguerra, aquel recinto frente a la iglesia, recibía de vez en cuando a los jovenes de las centurias de Falange que iban de acampada por las playas de Levante.
En 1950, cuando por iniciativa del Gobernador civil se creó el Hogar Rural de Mojácar, empezaron a ser frecuentes las incursiones de los muchachos por aquellas latitudes y las visitas al pueblo y a su teatro. Don Ginés Carrillo se preocupaba por organizar sainetes para aquel público tan especial y siempre los sorprendía con algún espectáculo de títeres, que tanto gustaban entonces a la chiquillería.
El viejo ‘Aquelarre’ era una seña de identidad de aquella Mojácar de la posguerra que todavía parecía la estampa de un sueño oriental, con sus calles laberínticas y sus casas escalonadas sobre una colina que vigilaba la costa. “Entre los pueblos de España que conservan un marcado carácter árabe, no solo en el aspecto racial de sus habitantes, sino también en sus costumbres, en sus viviendas y en su idiosincrasia, ninguna puede igualarse a Mojácar”, decía la crónica aparecida en el periódico con motivo de una de las visitas que el Gobernador Urbina Carrera hizo por la zona.
Cada vez que la máxima autoridad llegaba a Mojácar, el médico le abría el teatro para que desde el escenario pudiera dirigirse al pueblo. Ese mismo escenario recibió en aquellos años la visita de un joven Manolo Escobar que en sus comienzos tuvo el honor de pisar las tablas del viejo ‘Aquelarre’ y conocer a su promotor.